Por Almudena Estévez
Aunque no es, propiamente hablando, el Día de Mujer, ni siquiera el mes de marzo, donde se viene reivindicando cada año la lucha por los derechos para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, sí me parece apropiado hablar y visibilizar, siempre que se pueda, lo que se ha conseguido mediante la lucha histórica de mujeres valientes, así como los derechos que aún nos quedan por conquistar.
Las cifras escalofriantes de violencia machista, la avalancha de contenidos machistas que reciben a través de las redes las niñas y niños desde edades muy tempranas, el goteo incesante de desinformación y el avance de la extrema derecha hace que sea imprescindible continuar hablando y educando en igualdad, que se conozca el punto de partida y todo lo que hemos evolucionado en la conquista de derechos. No se puede hablar con nostalgia de tiempos pasados en materia de derechos de las mujeres, porque estamos a años luz de donde estábamos.
Las mujeres, sin lugar a duda, han sido una parte importante en la construcción y desarrollo de la sociedad a lo largo de la historia; desgraciadamente, no siempre visible ni valorada ni lo suficientemente agradecida.
¿Se valora realmente a las mujeres por la contribución que hacen a la sociedad? Pensémoslo. Probablemente, hasta hace relativamente poco tiempo no; y ahora, ¿se hace con la intensidad suficiente? ¿Conocen todos estos jóvenes cuál ha sido la trayectoria y la evolución en la conquista de los derechos de las mujeres? Probablemente no; igual no está de moda conocer esta historia.
Ahí es donde tenemos que incidir, en la educación en igualdad en las casas, principalmente, en los colegios y en las Administraciones públicas como una acción transversal en las políticas a aplicar. Hay que hacer ver a la juventud que el pasado es para recordar, no para repetir errores, y que el presente exige una sociedad igualitaria.
Aprender de los errores es una lección de aprendizaje y en ello hay que incidir: en permitir medidas para la conciliación que garanticen la corresponsabilidad, donde la renuncia laboral nunca deber ser el camino; en enfatizar en el valor como persona y no la “cosificación” de la mujer; en el consentimiento en las relaciones sexuales; en censurar comentarios como “eso son cosas de mujeres”; en la ruptura de los techos de cristal; por la importancia de tener referentes tanto en el deporte como en el mundo laboral, político…
Porque el verdadero cambio comienza cuando dejamos de conformarnos y asumimos que cada paso cuenta; cuando no bajamos la cabeza, sino al revés, la cabeza bien alta; pensar que lo he hecho bien, que me he esforzado y que quiero lograr mis objetivos.
Eso es lo que le tenemos que inculcar a nuestras hijas: motivación, decirles “tú vales y vas a conseguir lo que propongas”, “no te dejes influenciar y sigue luchando por lo que quieres”.
Gracias a todas esas personas (mujeres, madres, amigas) que a lo largo de la historia dijeron esas palabras a sus hijas.