Fue una mañana de un sábado de 1984, durante la emisión de La Bola de Cristal, programa juvenil que quedará para siempre registrado en el disco duro de la felicidad de mi generación, cuando escuché por vez primera su voz rasgada, tierna y llena de matices. Una voz que, dibujando palabras en forma de versos acompañados de musicalidad, trasmitía historias de personajes posibles en mundos imaginados. Dentro de aquella voz estaba Gloria Fuertes, poeta que llenó con su creatividad las sonrisas de niños y adultos durante varias generaciones y que, trabajando como mecanógrafa llevando cuentas desde muy temprano, pasó a vivir del “cuento”, como decía irónicamente ella. Gloria Fuertes fue la mujer que, sin ser consciente de ello hasta muchos años después, dio voz a las mujeres, trabajadores y pobres de una España que comenzaba a curar heridas tras una dictadura.
Pacifista confesa, la Guerra Civil española le dejó una profunda huella que marcó toda su trayectoria vital y poética hasta afirmar que “sin la tragedia de la guerra quizá nunca hubiera escrito poesía”. Aunque muchos la asociemos a la literatura infantil por sus diversos cuentos y su participación en programas como “Un globo, dos globos y tres globos”, “La Cometa Blanca” o “La Bola de Cristal”, entre otros, la poesía de Gloria Fuertes muestra una profunda tristeza y compromiso social de la que Camilo José Cela dijo que era “la voz poética más honda y sincera, menos artificial y acicalada de España”. Amante de la vida, su poesía habla del dolor, el amor y el desamor, con los ojos de los que más sufren y padecen la sin razón de los que solo poseen intenciones y corazones oscuros. Ella misma declaró en algún momento que “la obligación del poeta es contar lo que pasa y luego preocuparse de contar las sílabas”. Por ello, sus versos crean belleza de las cosas más sencillas y cotidianas hasta hacerlas verdaderamente auténticas y humanas.
El escritor, González Muela decía de ella que “es poeta social, pero no marxista; es cristiana, pero la iglesia no la utilizaría como apologista; poeta de protesta, pero protestaría siempre que hubiese una injusticia; celayesca, pero en lo más hondo: en el sentido y el valor que da Celaya al Hombre, no a los hombres; poetisa (odia el término)…”.
A pesar de los premios recibidos como el obtenido con el poema “Canción a la paz”, el Premio Petrarca de Poesía Provenzal o el Internacional de Poesía Femenina por el libro “Cuando amas, aprendes geografía”, siempre arrastró el lastre de ser mujer que, como ella misma dice: “De haber sido hombre me hubieran reconocido mucho antes. Una mujer, para que se le reconozca como pintora, músico, escritora, investigadora… años atrás e incluso ahora, tiene que ser una fuera de serie. En cambio, el mundo está lleno de famosos mediocres”.
Su compromiso social nunca decayó aunque algunos de sus libros fueron prohibidos por la dictadura, como “Antología y poemas del suburbio” (1954) o “Todo asusta” (1958), así como “Aconsejo beber hilo” (1954) el cual apareció con poemas suprimidos y tachaduras. Pero ella seguía incansablemente creando poemas de Amor, Dios, la paz; o reflexiones en torno a la poesía, la ironía, el humor, la prostitución, la pobreza… temas recogidos en su libro “Mujer de verso en pecho” (1995).
En estos momentos convulsos, llenos de incertidumbre que parecen estar sumergidos en la desigualdad, la guerra y la vileza de la oscuridad de algunos hombres, se hace más necesaria que nunca una “Poeta de Guardia” como Gloria Fuertes, símbolo de esperanza, paz, ilusión, esfuerzo y comunicación positiva de una humanidad que olvida que estamos de paso en este mundo y, por lo tanto, la vida. Y cómo la vivamos siempre será nuestro mayor éxito.
No disparar donde haya niños, stop,
En la gloria no necesitamos más ángeles.
Gloria Fuertes