TEXTO: Josefina Cao
He revisado el trabajo de Morales Mateos y col. Ellos argumentan que la prehistoria de las Islas Canarias se inicia desde al menos la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo (500-0 a.C.) y que en ese momento el Archipiélago estaba colonizado por poblaciones amazighes (Amazighes: conocidos como beréberes, reciben este nombre las poblaciones nativas del norte de África y amazigh el lenguaje que ellos hablan) procedentes de las vecinas costas africanas. Pero aún se desconoce el origen preciso y la forma en que se produjo esta colonización.
Durante unos dos mil años, estos grupos humanos desarrollaron sus formas de vida en las distintas islas en un relativo aislamiento, hasta que en el siglo XIV d.C. una serie de exploradores europeos establecen el contacto con los aborígenes canarios.
Doscientos años más tarde, el reino de Castilla se anexiona el archipiélago y las sociedades indígenas desaparecen debido a los procesos de colonización y conquista. En este transcurso de tiempo entre el primer contacto y el colapso total del mundo prehispánico, los colonos y exploradores europeos realizaron algunas descripciones del medio natural del archipiélago, que han sido recogidas en distintas publicaciones: los llamados documentos etnohistóricos. En estos documentos las Islas aparecen retratadas como lugares privilegiados donde abundaban los recursos naturales y apenas existía la necesidad de trabajar para conseguir excelentes cosechas. Una lectura sesgada de estas fuentes ha sugerido a muchas personas que los aborígenes vivían en armonía con un entorno que les proporcionaba todo cuanto ellos podrían necesitar.
Señalan los autores arriba mencionados que hasta hace muy poco se creía que los primeros habitantes del archipiélago canario no afectaron al medio ambiente insular, que durante dos milenios el paisaje conservó su forma original y que durante la ocupación prehispánica del archipiélago se produjeron distintos cambios en la flora y la fauna: se introdujeron plantas y animales, muchas especies nativas vieron reducido su hábitat y su frecuencia o cambiaron su localización. ¿Fueron estas introducciones las responsables de una agresión al medioambiente del archipiélago canario?
Investigaciones realizadas en diferentes yacimientos arqueológicos han demostrado que las sociedades aborígenes afectaron negativamente, de modo directo e indirecto, a la riqueza natural del entorno en el que vivían, tanto los referidos a la deforestación, la degradación del suelo y la extinción de animales.
¿Qué se halló en la isla de Fuerteventura? Fuerteventura, en la actualidad, no presenta ninguna masa boscosa apreciable; sin embargo, es muy posible que antes de la llegada del primer ser humano esta situación fuera diferente.
Entre los restos arqueológicos recuperados se citan los de la Cueva de Villaverde. Esta cueva es un extenso tubo volcánico de unos 190 metros de longitud que se bifurca y estrecha hacia el fondo, volviéndose prácticamente intransitable, y situado en un terreno volcánico dentro del pueblo de Villaverde, en el término municipal de La Oliva. Se descubrió de manera casual, en 1979, y ha aportado una valiosa información para conocer mejor el modo de vida de los antiguos habitantes de la Isla que ocupaban frecuentemente este tipo de formación natural para enterramientos o para otros fines diferentes. En la cueva se identificaron una serie de carbones que habían sido utilizados por los habitantes de este lugar para encender fuego. Sorprendentemente, en los niveles datados por C14 entre los siglos IV y VII después de Cristo, se hallaron carbones pertenecientes a especies arbóreas que en la actualidad no se encuentran en la Isla, como son: el viñátigo Persea indica (en Canarias se encuentra en todas las islas, excepto en Fuerteventura y Lanzarote, y en La Gomera ha sido elegido símbolo vegetal de la isla. Está incluido dentro del catálogos de especies protegidas de Canarias); el madroño Arbutus canariensis (también presente en todas las islas excepto Fuerteventura y Lanzarote); y otros táxones relícticos como el laurel Laurus azorica o el palo blanco Picconia excelsa (en biología, un relicto es un organismo que en otro tiempo fue abundante en una gran área y que ahora está solo en pequeñas áreas. La distribución de un relicto está caracterizada como endémica).
Todas estas especies requieren elevados niveles de humedad y se desarrollan fundamentalmente en el monte verde de las islas más montañosas del Archipiélago.
En niveles posteriores, datados entre los siglos IX y XV de nuestra era, los carbones de las anteriores especies arbóreas desaparecen completamente y solo se documentan restos de arbustos y otras plantas más adaptadas a la falta de humedad y a la elevada insolación. Este cambio ha sido interpretado como el resultado de una intensa deforestación efectuada por los aborígenes con el objeto de proveerse de leña, crear zonas de pasto y realizar otros aprovechamientos.
Igualmente, la introducción del ratón doméstico pudo ser una de las causas de la desaparición de las especies arbóreas, pues puede comer las semillas de los árboles, dificultando su germinación. En Canarias, vive desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de altitud. Se alimenta de toda clase de sustancias orgánicas, desde semillas hasta animales de pequeña talla y carroña. Es un depredador de huevos de aves, algunas de ellas incluidas en el Catálogo de Especies Amenazadas de Canarias.
Relacionado con las extinciones animales, en Fuerteventura se ha detectado el mayor número de casos. a) Ratón del malpaís (Malpaisomys insularis). Sus restos han aparecido en las islas más orientales del Archipiélago: Fuerteventura y Lanzarote, además del islote de La Graciosa. Normalmente habitaba zonas de malpaís, donde sus restos son abundantes. Los primeros aborígenes de las islas pudieron haber causado su extinción al introducir al ratón doméstico (Mus domesticus). Esta introducción tuvo lugar hace unos 2.000 años y desde entonces la población de ratón de malpaís empezó a declinar hasta ser reemplazado totalmente por este nuevo competidor. Su extinción está fechada hace unos 800 años, es decir, antes de la conquista de Canarias por parte de los españoles. b) Pardela del malpaís o pardela canaria de la lava (Puffinus olsoni). Era propia de las islas orientales del Archipiélago canario, sus restos han sido encontrados en Fuerteventura, Lanzarote y el Archipiélago Chinijo, normalmente en cuevas situadas en coladas de lava recientes.
Mientras que la pardela canaria de las dunas (Puffinus holeae) se extinguió como consecuencia de la colonización de las islas por parte de los aborígenes canarios, la extinción de la pardela canaria de la lava tuvo lugar después del año 1270, más de un milenio después de la llegada de los seres humanos al Archipiélago. A pesar de que existen pruebas arqueológicas de que esta especie era consumida por los aborígenes, se cree que su extinción se debió a la introducción de mamíferos exóticos como gatos y ratas a la llegada de los primeros europeos a las islas en el siglo XIV. c) Codorniz canaria Coturnix gomerae. La recuperación de huesos de las dos últimas especies en yacimientos prehispánicos indicó que la caza por los seres humanos pudo ser responsable en parte de su extinción. d) Foca monje Monachus monachus que también fue cazada por los aborígenes, si bien a la llegada de los primeros europeos aún quedaban ejemplares en la isla de Lobos.
En cualquier caso, señalan los autores antes mencionados que los hallazgos mostrados permiten afirmar que las prácticas humanas durante la prehistoria debieron producir una transformación considerable del medio ambiente insular.
Recordemos que… “La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Solo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirle.