“La música es el amor buscando palabras”. Lawrence Durrel. Comienzo este artículo con esta frase de Durrel la cual resume en cierta manera lo que sentí y siento cuando, con mis casi 50 años, comencé a explorar y sentir los efectos “trascendentales” que me produce el aprendizaje de ese “lenguaje universal” denominado MÚSICA. La “culpable” de la expresión de estas nuevas emociones que me hizo abandonar el simplemente hecho de oír por el de verdaderamente escuchar, no es otra que la Escuela Insular de Música de Fuerteventura. Como todo encuentro, el punto de partida comenzó allá por el mes de septiembre de 2022 cuando recibí la sorpresiva y grata noticia de una entrevista en la Escuela, la cual me abría la posibilidad de poder aprender de ese instrumento que considero el alma de un ensamble musical como es el bajo eléctrico, así como cultivar el noble “Lenguaje Musical”. Prometo que no me lo podía creer, tras muchos años de contención y de obligaciones traducidas en llevar a mis propias hijas a la Escuela de Música, se me abría un horizonte de satisfacción e ilusión personal en forma de experimentación y reto, que a mi edad me parecía casi un sueño. Y así, llegado el tan ansiado día de la entrevista, sentí liberada mi tensión con la acogida y la energía transmitida por la profesora “A”, la cual volvió a conducirme, como en tiempos pasados, hacia esa sensación que produce el recorrer nuevos caminos que te llevan a disfrutar del aprendizaje cuando abres una nueva etapa de tu vida. Consciente de que siempre me he considerado alumno en todas las facetas de mi existencia, mi alegría se vio desbordada cuando fui seleccionado en ambas materias, pudiendo disfrutar del aprendizaje de unas clases de bajo eléctrico que inundaron mis recuerdos y elevaron mi serotonina con géneros como el pop, rock o el blues, entre otros, así como del estudio del “Lenguaje Musical” con la profesora “M” que les garantizo que es un “Mar” de conocimiento musical. Si a todo ello le añades la relación intergeneracional que se produce en cada una de las clases, donde niñas y niños, con un enorme potencial comparten pupitre con gente de mi misma edad, e incluso mayor, el ambiente es capaz de transportarte hasta tu propia infancia.
La música y la palabra, como medios de comunicación, tienen mucho en común, como es el ritmo, la entonación, la dinámica e incluso la agógica; y los dos, se nutren de estos elementos para conseguir captar el interés del oyente o receptor. Y es que tanto a través de la literatura como de la música se han plasmado ideas, sentimientos, ideologías y pensamientos que han conseguido ilustrar y mostrar las formas de vida de la sociedad en cada momento. Cada letra, cada palabra, cada nota, melodía, etc, no deja impasible a nadie, suscitando en cada lector y oyente una respuesta diferente. Cuando oigo la música de Richard Strauss, Así habló Zarathustra, inspirada en la obra homónima del filósofo Friedrich Nietzche, mi mente se transporta a la peli 2001 Odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, basada en la novela de Arthur C. Clarke, y por tanto a los albores de la humanidad, pues esta pieza está contenida en la escena en la que unos homínidos, tras vagar por las planicies de África, la cuna de la humanidad, en condiciones de inferioridad frente a otras especies, desarrollan nuevos conocimientos que les ayudan a sobrevivir y evolucionar a través del uso de las herramientas. La escena, bañada por la fuerza que da la fanfarria inicial titulada el “Amanecer” de Satrauss”, se me antoja emocionante cuando uno de los homínidos coge un hueso robusto del suelo y empieza a golpear el resto de huesos con un delirio violento, consciente del poder que acaba de caer en sus manos. Música, imagen y literatura se fusionan y van de la mano para mostrarnos lo épico de una escena que retrata como nadie lo que pudo ser el inicio de nuestra espacie. Este es solo un ejemplo de las múltiples conexiones entre la música y la escritura, una fusión que te permite desarrollar todos tus sentidos. Mi experiencia con la música me ha ayudado a reducir la ansiedad y el estrés, a mejorar mi memoria e, incluso, mi estado de ánimo. Solo puedo dar las gracias a los que ha contribuido a ello, en mi caso la Escuela Insular de Música de Fuerteventura, un planeta lleno de música y emociones que invito a explorar. La música no tiene horizontes y prueba de ello son las palabras de Bryan May, guitarrista del grupo Queen y astrofísico, tras musicalizar las imágenes recogidas por el telescopio James Webb. “No hay nada más emocionante en un mundo de exploración que ir a un lugar del que no sabes nada”.