El día de la coronación de la Reina Loila II las calles de Puerto Capitalis amanecieron engalanadas para la ocasión, las campanas de su iglesia repicaban jubilosas y por toda Isla Seca se repartían ardillas de chocolate entre los niños y rosas garrapiñadas entre los adultos. Las pardelas sobrevolaban la Casa-Palacio muertas de sed por el calor sofocante del verano recién comenzado, pero que al igual que los habitantes del Reino, no divisaban más agua que la del mar que rodeaba la isla… Justo cuando mediaba el día, los miembros electos de las Órdenes de Poder que conformarían el XI reinado de la isla se dirigían a pie hacia la sede real; iba a dar comienzo la ceremonia de su nombramiento oficial y del entronamiento de la Monarca.
El sol ardiente quemaba la cabeza de Serguei del Sur, que ya no tenía un sirviente que lo abanicara. Entró a la Casa-Palacio cogido del brazo de la siempre elegante Árgueda de Monte Largo, que con disimulo le decía a Serguei: <<Dientes, dientes, que es lo que les jode>>. Por parte de la Orden Nueva Peña, sus tres miembros los encabezaba Lord Mattías, Protector de Gavias y Ganado, Rey de Tierra Antigua y ahora también Caballero del Reino Común. Tras ellos, la Orden de la Gaviota, con sus cinco Caballeros y Damas, los lideraba Jeisi-Ká Lengua Cortada de León, que en breve recuperaría no solo su lengua, sino que además le crecerían alas de dragón en su espalda, que la llevarían volando hacia el Gobierno Imperial de las Hespérides. Desde allí le mandaría besos de gaviota a Loila II, la cual le respondería con carantoñas de ardilla, pues ambas habían soñado con gobernar juntas Isla Seca, y que si no lo hicieron fue por la vanidad de miembros de su propia Orden, que pedían lealtad a quien antes habían traicionado… Por eso, cuando Leidy Estther ocupó su asiento, su cuerpo saltó como un resorte desde el sillón hasta el techo, soltando un chillido que se oyó hasta en Pajarelia… Cuando recuperó el aliento, vio que alguien le había puesto una chincheta en su sillón; miró a su derecha y vio cómo Jeisi-Ká apenas podía aguantarse la risa.
Blasón de la Costa dirigía la comitiva de los cinco representantes de la Orden de la Rosa que, coaligada con la Orden de la Ardilla, cogobernarían Isla Seca con él en el puesto de Mano de la Reina.
Loila II, que sumaba con ella ocho Damas y Caballeros, fue por fin coronada y cuando recibió el bastón de mando del Reino, lo primero que hizo al cogerlo fue darle con él en las canillas a Blasón de la Costa, diciéndole: <<¡Ni se te ocurra volver a hacerme lo mismo!>>.
Los veintitrés Caballeros y Damas recibieron su medallita de Santa María del Consorcio, patrona de las tuberías, y se dispusieron a escuchar el discurso inaugural de Loila II, que empezó prometiendo construir un puente que uniría Isla Seca con Lancelot…, dándose cuenta de inmediato de que Serguei del Sur le había cambiado los pergaminos. Se disculpó y comenzó a leer los suyos.
El pueblo de Isla Seca puso así fin con sus votomorfos a la Era Oscura, gobernada en el último periodo por un rey autocrático que no escogió. Depositó su confianza nuevamente en que una mujer, Loila II, liderara el regreso a la luz y solo podía esperar a que Blasón de la Costa ahora fuese leal tras haber recibido el mensaje del pueblo.
Los súbditos esperaban que, entre ambos, esta vez se hiciera honor a la Era del Poder del Pueblo: cumplieran sus promesas de surtir de agua a la isla, ofrecieran galenos a sus enfermos, protegieran su territorio y sus paisajes… y que se pusiera fin para siempre a que falsos dioses, reyes absolutistas, conspiradores o desleales al bien común volvieran a llevar Isla Seca a la Era Oscura.
El Trono de Piedra lo ocupaba nuevamente alguien elegido libremente por el pueblo y legitimado por las leyes… El tiempo y los hechos en los próximos cuatro veranos y cuatro inviernos lo harían merecedor de que ese mismo pueblo -solo el pueblo- revalidara, o no, su reinado.
(Fin de la primera temporada)