-El 12 de diciembre estará presente en la Semana Literaria de Puerto del Rosario. ¿Qué ha supuesto para usted esta invitación?
-Me causa muchísima ilusión. Solo he estado una vez en Puerto del Rosario; fue hace mucho tiempo y ni siquiera estuve un día completo, por lo que no pude disfrutar nada de la Isla. Mi hermana va todos los meses de octubre y siempre viene contando maravillas que me causan mucha envidia, así que ahora me toca a mí (dice entre risas). Además, tengo una amiga muy especial que vive allí con la que tengo ganas de encontrarme.
-Su primer libro lo escribió con posterioridad a su desarrollo profesional. ¿Llegó al mundo de la literatura por casualidad?
-Aunque ahora estoy jubilada de la docencia, he estado 39 años de mi vida dando clases a adolescentes. Es evidente que trabajar con ellos me ha marcado muchísimo. Por otra parte, mi tesis doctoral fue sobre la literatura juvenil. Por tanto, se podría decir que la teoría me la sabía muy bien. Sin embargo, no fue casualidad que en algún momento me dedicara a escribir libros; de hecho, siempre he escrito cositas. Es cierto que empecé a publicar bastante tarde, mi primera novela la publiqué con 49 años, porque hasta ese momento sentía inseguridad y pensaba que no le iba a gustar a los lectores; pero estaba equivocada. Un día di ese salto, siendo consciente de que sabía muy bien lo que era la literatura juvenil, tanto por mi tesis doctoral como por mi trabajo como docente.
-¿Cómo teje su magia para tratar temas y personajes de épocas pasadas de forma que sean atractivos para una población cuyos gustos pasan por las pantallas digitales y los contenidos online?
-No sé si llego a todos, si consigo conectar con todos los jóvenes porque, efectivamente, se trata de un público muy exigente que necesitas enganchar desde la primera página para que no suelte el libro al siguiente instante. Es, quizás, muchísimo más exigente que el público adulto, con el que me siento más libre y menos presionada. En Lazos de Tinta, mi última novela, si bien no es literatura juvenil, se trata de un libro que engancha porque los personajes son muy potentes y sucede una serie de aventuras; justo dos de los ingredientes que utilizo en las novelas juveniles para captar la constante atención de los lectores. Además, siempre intento que los personajes tengan que ver con ellos, que se sientan identificados. En muchas ocasiones me inspiraba en mi alumnado para desarrollar esos personajes: sus gustos, la forma de ser, sus aficiones,… todo dato es importante para crear esa conexión con el lector, independientemente de si el personaje está enmarcado en el tiempo presente o en el Siglo de Oro. La literatura siempre se siente más cercana y se disfruta más cuando te sientes identificado con un personaje. Conseguirlo es un reto.
-Sin abandonar la literatura juvenil, en los últimos años también se ha abierto al mundo otra Rosa Huertas, más femenina y feminista, con novelas que reclama el papel de la mujer desde diferentes ámbitos de la cultura.
-Es importante hacer hincapié en que no doy el “salto de la literatura juvenil a la adulta” porque da la sensación de que la literatura juvenil está en el subsuelo y la importante es la adulta. Efectivamente, fue un nuevo rumbo. Yo no escribo por que tenga por contrato con la editorial publicar un libro al año, sino que escribo lo que quiero y cuando quiero. Hace unos años, pasé unos días con mi madre en una casa de verano y allí empecé a escribir sobre ella. De esa etapa nació Mujeres que leían. Durante la pandemia, momento en el que estuvimos viviendo algo parecido a una distopia, pensé en una gran amiga que había fallecido y en cómo, en ese contexto de pandemia, sería un diálogo con ella, que era una persona muy positiva y alegre. Así es como surge El tiempo que nos robaron. La tercera de las novelas, Lazos de Tinta, nace tras una investigación en la que me sumergí.
-¿Este nuevo rumbo se trata, por tanto, de un homenaje, una reivindicación, una reafirmación o todas las anteriores?
Es principalmente una reivindicación histórica. He comprobado que hubo muchísimas mujeres en el mundo de literatura, la música, la ciencia o las artes que fueron olvidadas, aun cuando el valor de su trabajo fue reconocido en el tiempo que les tocó vivir. Son mujeres que, sin embargo, no tenemos de referentes. Cuando doy charlas por los centros educativos me encuentro con muchas niñas que me dicen que quieren ser escritoras porque ahora tienen esos referentes; cuando yo era niña, jamás los tuve y es ahora cuando los reivindico en el ámbito de la literatura, que es el más cercano y donde mejor me muevo.
-En este contexto nace Lazos de Tinta, su última novela, donde vuelve a mezclar la realidad y la ficción y donde su amor por las letras aparece como telón de fondo, ¿no?
–Lazos de Tinta surge tras mi participación en una mesa redonda sobre el papel de las mujeres en la literatura. Para ello, me documenté con diferentes textos y profundicé en las escritoras románticas. Así fue como descubrí a Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado y, sobre todo, la Hermandad Lírica. Ellas practicaron en el siglo XIX un concepto que ahora se escucha mucho: sororidad. Gracias a Carolina Coronado, por ejemplo, una mujer de Extremadura podía publicar su obra en un periódico de Vitoria. Pero no solo se ayudaban para publicar las obras, sino que también se ayudaban en otros temas. No hay que olvidar que el siglo XIX, si bien fue el de las Constituciones y los derechos y libertades, fue terrible para las mujeres porque todos esos derechos y libertades eran para los hombres. Las mujeres estaban a cargo de sus padres, maridos o hermanos; aquellas que vivían algo más acomodadas (las que no tenían esa suerte, iban directamente a trabajar), quedaban relegadas a ser simplemente esposas y madres que tenían que cuidar de la familia. Y es en ese contexto donde ellas encuentran una rendija: ya que tienen que encargarse del cuidado y la enseñanza de sus hijos, reivindican el derecho a saber, a tener educación para encargarse de sus hijos, el derecho a escribir y a expresarse. En Lazos de Tinta aparecen escritoras que existieron en la vida real y que se mezclan con personajes de ficción, como es el caso de Manuela, la protagonista; pero, además, también está presente ese contexto histórico en el que se mueven los personajes.