El 27 de noviembre de 1995, hace 29 años ya que se abolió en España la pena de muerte física, pero ¿se ha abolido la pena de muerte psicológica? En una de mis visitas al Papa Francisco alguien le dijo en tono de broma “tenga cuidado, que aquí matan con veneno a los que no gustan”, y el Papa respondió: “aquí no te matan con veneno, te matan con la soledad”. Qué gran verdad: la soledad mata, sobre todo esa soledad o vacío que dejan los supuestos amigos o compañeros cuando alguien es colocado en el ojo del huracán mediático.
Edmund Burke, en el debate de apertura de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, en 1787, dijo que en la tribuna de prensa se sentaba el cuarto poder del Estado, después del ejecutivo, del legislativo y del judicial. ¿Tiene la prensa la culpa de ejercer ese poder? De ninguna manera; la tienen los mismos que la han colocado ahí, el pueblo. Alguien dijo que los gobernantes son puestos acorde al pueblo a gobernar, pero ¿no será también que la prensa se establece acorde al pueblo a informar? ¿A qué pueblo informa la prensa en nuestro país?
Ya lo dijo Unamuno en su momento, que la envidia es el rasgo más característico de los españoles, la “gangrena en España”. Y como dijo el periodista de la Cope, Herrera, “la envidia no es únicamente anhelar lo que otro tiene, es también esa parte de alegría que uno siente ante el mal ajeno, el deleite de que el vecino pierda lo que tiene, aunque con ello nosotros no ganemos nada”. La envidia en nuestro país es inevitable, pero lo que sí es evitable es la pena de muerte psicológica a la que someten los amigos y compañeros a aquellos que caen en las garras del cuarto poder.
Es el “síndrome de Pedro”: “no conozco al hombre”, dijo Pedro cuando los “medios de comunicación” de aquella época que calentaban las noticias frente a las hogueras, anunciaron el arresto de su amado amigo Jesús. Ese día, en aquel patio, Jesús, mientras era injuriado, maldecido y maltratado, vuelto, miró a su amigo Pedro, ¿quién sabe si buscando compañía, un mensaje de apoyo, una sonrisa, el “sigo aquí” de un amigo a la hora del dolor? Pero el gallo cantó. ¿Qué gallo? El gallo de la “pena de muerte psicológica”, esa pena de muerte a la que someten algunos malos amigos y compañeros a aquellos a los que les llega la hora del dolor. ¡Quiquiriquí, nunca te conocí!