Artículo. «Aislamiento y cuarentena: curiosidades en estos tiempos de COVID-19» por Josefina Cao

Cito, Longe, Tarde: a veces con las siglas CLT, es la alocución latina Cito, longe fugeas, tarde redeas (Huye rápido y lejos, regresa tarde). Muchos le atribuyen esta frase a Galeno (Príncipe de los Médicos, nacido en Pérgamo, actual Turquía en el año 129), era una advertencia para las grandes epidemias de enfermedades infecciosas como la llamada Peste de los Antoninos o Peste de Galeno, entre los años 165-180, que azotó a la Roma imperial donde fallecieron cerca de cinco millones de personas; el único remedio posible para evitar la enfermedad era la huida, o sea, se exhortaba a las personas a “salir corriendo” fuera de la ciudad, aislarse lo más lejos posible. Un evidente consejo sanitario para evadir la contaminación, se trataba de un “aislamiento social” que era imprescindible para evitar el contagio y parece el único remedio conocido, empleado incluso por el propio Galeno. Por suerte los admirables y abnegados médicos de nuestro tiempo están haciendo lo contrario: enfrentando con valentía al virus y no escapando a refugiarse en lugares seguros.

Según muchos lingüistas, cuarentena surge a partir de los vocablos italianos quaranta giorni (40 días) que a su vez provienen del latín quadraginta (cuatro veces diez), parece que el vocablo se relacionaba con la travesía de los barcos. Posteriormente, esta expresión comenzó a usarse con sentido médico cuando apareció la peste negra, pandemia que asoló Europa en el siglo XIV, donde se calcula murieron entre 75 a 200 millones de personas (30-60% de la población europea). Venecia fue la primera ciudad en cerrar sus puertos a los barcos sospechosos de provenir de lugares infectados, y en habilitar en una isla el primer hospital de aislamiento de la historia humana.

Según algunos estudiosos del tema, señalan que el ciclo de 40 días fijado para los enfermos de la peste pudo derivarse de la antigua doctrina griega que sostenía el “día crítico”, quiere esto decir que las enfermedades infecciosas tenían su fase más peligrosa en los 40 días posteriores a la exposición, y que un menor número de días no era suficiente para salir de dudas completamente. Sin embargo, otros hablan del origen místico y citan como ejemplos los libros sagrados como la Biblia, donde el 40 es recurrente: 40 años condujo Moisés al pueblo israelita a través del desierto; 40 días y 40 noches duró el ayuno de Jesús en el desierto; 40 días duró el diluvio universal; 40 días retó Goliat a los israelitas antes que David lo venciera; David reinó por 40 años al igual que Saúl y su hijo Salomón; Jesús fue presentado en el templo a los 40 días de nacido, y otros múltiples ejemplos. Muchos teólogos piensan que el número 40 representa “cambio”. Que es un tiempo de preparación para que se realice un cambio fundamental.

En la actualidad y según refiere el Diccionario de la Real Academia (DRAE), “cuarentena es el aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias a personas o animales”. Por lo tanto la palabra cuarentena, aunque persiste en mantener su nombre, su duración puede cambiar según la patología de que se trate. A cuarentena pueden ser sometidas aquellas personas o poblaciones que estén o no infectadas, y aún sin presentar síntomas de la enfermedad, pudieran estarlo en virtud de los riesgos que han afrontado. La cuarentena, el aislamiento y el distanciamiento social desempeñan un importante papel sanitario ante las epidemias y pandemias que azotan la salud de la humanidad.

Hoy, una grave pandemia, la COVID-19, nos está diezmando, pero otras pandemias (quizás hasta más graves) están pululando sobre nuestras cabezas en estos tiempos tan difíciles: la mentira, la palabrería, la injusticia, la desigualdad, el irrespeto al medio ambiente, el oportunismo, la imputación al prójimo de nuestros propios errores, la corrupción de la inteligencia, en este sentido se refería Marco Aurelio (Emperador romano, Roma 121- Viena 180) y decía: “Porque la corrupción del alma es una peste mucho más perniciosa que la intemperie y la insalubridad del aire” (Meditaciones, Libro IX,2).

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.