De las siete especies de tortugas marinas existentes en la actualidad, cinco visitan las aguas macaronésicas, aunque en muy diferentes proporciones. De estas, la tortuga boba, Caretta caretta es la más abundante en el océano Atlántico y en la Macaronesia. Se halla en fase juvenil oceánica en los archipiélagos de Azores, Madeira y Canarias y en fase adulta reproductora solo en el archipiélago de Cabo Verde.
Datos curiosos e interesantes están descritos en la literatura sobre las tortugas de Canarias. Por ejemplo, hay evidencias de que antiguamente nidificaba en sus costas una especie de tortuga marina, principalmente en las islas más orientales, Fuerteventura y Lanzarote, aunque no está confirmada la especie ni de las causas de su desaparición.
En 1764, George Glass publica en Londres un volumen misceláneo, monográficamente dedicado a Canarias titulado “A Description of Canary Island” donde apunta que en la costa este de la isla de Fuerteventura (bahía de Las Playas) a finales de mayo de 1764 se capturó una tortuga común o boba de 500 libras (unos 225kg).
En 1799, José de Viera y Clavijo, describe en su “Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias” (Publicado en 1868) la existencia de huevos de tortugas marinas en las playas de la isla de Lobos (norte de Fuerteventura), que eran comúnmente consumidos por los pobladores de la zona.
Generalmente, las relaciones de las tortugas marinas y los seres humanos no se limitan a compartir un medio de vida, sino que estos las capturan para su alimentación y aprovechan los huesos y caparazones como insumos en la manufactura de artefactos de diversa índole, tanto para fines prácticos, cotidianos y mundanos, como para rituales simbólicos y ornamentales. Diferentes culturas atribuyen a las tortugas marinas la capacidad de sostener al mundo apoyado en su caparazón. Por ejemplo, en la India, la tortuga representa la base de todo el universo: la tierra descansa sobre cuatro elefantes parados en el carapacho de una tortuga marina gigante que nada en un gran océano. En las culturas mesoamericanas como la maya y la indoamericana como la cheyenne ocurre algo similar, las tortugas forman parte central de su cosmovisión: el mundo entero descansa sobre uno de estos reptiles. La noción del mundo asentado en el caparazón de una tortuga es compartida también por otros nativos norteamericanos, como los antiguos residentes del área de Delaware (USA).
¿Dónde pudiera estar el origen de la creencia que las tortugas marinas sostienen al mundo? Si ellas pueden sostener en su caparazón un pequeño mundo, ¿por qué no sostener el gran mundo en que vivimos? – pudieron preguntarse los antiguos moradores de las costas, veamos: La estructura externa de las tortugas marinas caracterizada por una coraza ósea (caparazón), así como su forma de vida casi completamente acuática, permiten que determinadas especies de la fauna y flora marinas puedan asentarse sobre ellas colonizando sus caparazones y su piel y relacionarse con ellas, se desarrolla así un proceso llamado “epibiosis” por lo que se denomina “epibionte” a cualquiera de los organismos que crece y vive adherido a esa coraza. Las relaciones que se establecen entre los distintos epibiontes, así como la interacción entre estos y el basibionte (en este caso las tortugas) pueden llegar a ser muy complejas y entablan una gran lista de beneficios y perjuicios para ambos grupos.
Se ha observado que las tortugas marinas en su carapacho pueden albergar más de 200 especies epibiontes, que pueden ser algas marinas (la mayoría algas rojas), cirripedios, nemátodos, balanos, isópodos, anfípodos, nudibranquios, hidrozoarios, cangrejos, briozoos, etc. La tortuga boba es, sin duda, la que posee una mayor diversidad y riqueza de especies en su colonización, hasta la fecha se han descrito sobre ella alrededor de 180 especies de animales de 13 filas diferentes y 37 especies de algas donde predominan las algas rojas.
El archipiélago canario es el que presenta mayor biodiversidad de toda la Macaronesia, consecuencia lógica de sus mayores dimensiones de superficie y altura y de su proximidad al continente. Por estos motivos la fauna y la flora de Canarias son, en líneas generales, las más ricas, contando con un gran número de endemismos. También resulta interesante la fauna fósil de vertebrados, fiel testimonio de un pasado insular sorprendente, como lo demuestra la presencia de aves gigantes en el Mioceno superior en Lanzarote y de grandes tortugas terrestres cuyos restos han aparecido en el Plioceno de Fuerteventura (Geochelone sp.) y en el Pleistoceno de Gran Canaria (G. vulcanica) y de Tenerife (G. burchardi).
En la actualidad, las poblaciones de las siete especies de tortugas marinas que existen en el mundo se encuentran amenazadas o en peligro de extinción, debido a causas principalmente antropogénicas. Unificar todos los esfuerzos necesarios para conservarlas es tarea urgente.
Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.