Diciembre no ha terminado de aterrizar y, para mi sorpresa, la única que falta por poner el árbol debo ser yo. ¿A qué tanta prisa?
Según llegó octubre, se empezó a llenar todo de calaveras y de calabazas, y según pasó, brotaron árboles de Navidad por todas las esquinas como setas.
Soy la primera a la que le gusta más decorar estacionalmente, que a un tonto un lápiz; pero, por favor, se nos están amontonando las celebraciones y esto es un poco un caos. Y si a mí me quieres sacar de mis casillas no tienes sino que plantarme un poquito de este desorden.
Vamos a ver si nos centramos porque, si no, las fiestas nos duran más de la cuenta y esto tampoco es.
Halloween o Finaos es un día, pero tenemos la decoración un mes. Las Navidades son dos semanas realmente y tenemos los árboles mes y medio. ¿Alguien más siente una perturbación en la fuerza?
Y no me malinterpreten, no hay dos fiestas que me gusten más que Halloween y la Navidad, pero cada cosa en su tiempo. Las calabazas se ponen la semana del 31 de octubre y la Navidad en el puente de la Inmaculada. Antes no procede. A mi cabeza le sienta igual estos desatinos temporales como escuchar un villancico en agosto o aquello de ‘la vida es un Carnaval’ en junio. Las cosas tienen que ser en su momento. No te comes la fruta el día que plantaste la higuera. Es más, cuando ya estas viendo el higo, tampoco te lo comes. Esperas a que llegue su punto justo de maduración. Ni antes ni después, cuando toca. Y hablando de comer: ¿Ya viste los turrones en el supermercado? No ha terminado de llegar diciembre, te repito. Y mira que, como te digo, soy la fan número uno de la Navidad y del Adviento; tanto, que hasta para un libro me dio. Escribí el Manual de Adviento con un solo propósito: vivir el tiempo antes de las fiestas de forma significativa y dejando en tu memoria un recuerdo grato al que siempre quieras volver, sobre todo cuando los días se pongan color hormiga. Sin tener que convertir tu casa en un escenario de Pinterest, ni tampoco hacer un agujero en tu cartera. Celebrar, compartir y disfrutar. Y misión cumplida.
El Adviento comprende, en realidad, los cuatro domingos previos a la Noche Buena, aunque todos los calendarios sean del 1 al 24 de diciembre. Que, por cierto, ¿falta algo de lo que hacer un Calendario? ¡Madre del amor hermoso! ¡Hay Calendario de Adviento hasta de cervezas!
¿A dónde vamos con tanta prisa? ¿Por qué estamos tan acelerados? Y, ¿por qué alargamos tanto los tiempos? ¿Qué necesidad tenemos de estar de Navidad mes y medio?
No me contesten, la pregunta es retórica, la prisa la tiene el euro y la necesidad de vender, que parece que nada pasa si no lleva aparejado sacar la cartera. Y ya que esto lo tenemos claro, pues señores, cúrrenselo un poco. Inventen fiestas y decoraciones, pero no alarguen lo que ya es, porque queda fatal. Además, me está pareciendo que el efecto es el contrario. Nos están saturando.
Yo creo que antes era más fácil. Si bien es cierto que aquí el cambio estacional nunca ha sido muy acusado, sí que alguna variación sentíamos. Hoy, ni eso, hasta el tiempo enloqueció. Estamos en diciembre y pasamos tantos días entre calor y calima, que todavía estamos con los pies en la playa, que es la única forma de seguir refrescándonos. A estas alturas, en otros tiempos, ya nos habíamos gozado más de un temporal. Uno de esos que revuelcan todo y terminan ubicándote y quitando tanta fanfarria, a base de alisio fuerte. Ahora calma chicha y árboles de Navidad. Se me fríen un poco las neuronas con tanta incoherencia.
Me niego. Así mismo lo escribo. Seguiré poniendo todas las decoraciones, pero en su día justo.