Estamos de frente ya al cierre del año. Se nos está poniendo la cosa bastante difícil para poder afrontarlo con optimismo y esperanza. Por mucho que una quiera aislarse de cuanto acontecimiento se da en este mundo que cambia de un segundo a otro, hay cuestiones de interés general de las que una no puede evadirse.
No me voy a ir a la RAE a buscar el significado exacto, ni tampoco a la legislación vigente, porque entiendo que la definición de interés general en cualquier lado viene del sentido común que le damos a las palabras. Para mí, interés es el valor o utilidad que tiene algo y por general entiendo que es algo que afecta a un conjunto: no a unos pocos, sino a la totalidad. Así las cosas, entiendo yo el interés general de unas instalaciones sanitarias, de las infraestructuras básicas de nuestro territorio y, también, el cuidado y protección del mismo.
Por interés general, cuidamos de botar la basura en el contenedor, pagamos nuestros impuestos, cerramos el chorro cuando no se está usando el agua y barremos la parte de acera que está de nuestra mano. Hacemos algo y nos beneficiamos todos. La base de todo esto, a mi modo de ver, es que todos los que aquí estamos, pertenecemos a un territorio común. Uno que no es infinito y que, además, es bastante frágil. Compartimos una tierra, unos con más pasión que otros, y también con mas dolor.
Y teniendo claros estos conceptos, no termino de entender cómo el interés particular está por encima del general. Cómo sigue siendo más válido lo que les interese a unos pocos que a todo un conjunto. Me parece que empiezo a darme cuenta de que el cuento de la Democracia me lo comí completo. Y vengo reflexionando esto ahora porque, como digo, a veces no es posible abstraerse de la realidad, ni de los acontecimientos; y porque en apenas medio año más estaremos frente a las urnas. Y se supone que habremos sufrido una campaña electoral entera, en la que una suerte de partidos políticos presentará y defenderá a sus candidatos y a sus ideas. Votaremos al partido y al candidato y luego nos encomendaremos a cuanto santo conozcamos. Para muestra, recuerda las elecciones pasadas. Candidatos elegidos bajo unas siglas que no acatan las normas o directrices de las mismas; que siguen en sus cargos, mandando y decidiendo según sus propias ideas; y que nosotros, los ciudadanos que votamos con alegría y esperanza, nos tenemos que bancar, porque el acta es personal y parece ser que no se puede hacer nadita.
Que en los años 70-80 se diera tanto valor al bloque, a la necesidad de crecer vistiéndolo todo de progreso, puedo entenderlo; pero a estas alturas, después de haber pasado una pandemia y de tener los conocimientos que tenemos sobre el medio que nos rodea, no consigo comprenderlo. Igual es que mi sentido común, ha dejado de funcionar de acuerdo a las nuevas reglas.
Llevo un año hablando del Manual de Supervivencia. En él, incluyo cuestiones que, bajo mi punto de vista, y avaladas en la experiencia propia y observada, nos llevan a super vivir. No te confundas, esto no es para lograr salvar la vida en último momento, nada que ver. El Manual de Supervivencia es para super vivir, para tener una vida superlativa; y con lo que está pasando ahora mismo, me están dejando un territorio en el que no me va a ser fácil hacerlo. Y yo no tengo otro sitio a donde irme, aquí están mis raíces, mi familia y mi casa. Yo soy como Pedro Lezcano: aquí nací y de aquí nadie me echa.
Compartir es una de mis últimas instrucciones para super vivir. Compartir la alegría, la fiesta, la pena y la lucha. Compartir por interés general. Compartir la mesa y también el territorio. Compartamos el interés por protegerlo, cuidarlo y defenderlo.