El verano y las vacaciones invitan al disfrute de todas aquellas cosas que durante el año no has podido o querido hacer y que la pausa del tiempo estival te ofrece como regalo. Pilas de libros por leer, series que tenías atascadas o películas para las que nunca encuentras tiempo para ver, hallan sitio dentro de esa organización mental de las vacaciones cuyo hueco se va estrechando con el paso de los días. Entre esos nuevos propósitos, al menos para mí, está el poder disfrutar del cine, el cual hace unos días, tirando más de añoranza y admiración pasada que de objetividad, me acerqué, sin éxito, a ver El reino del planeta de los simios, con la intención de encontrar en la misma retales de esa saga de culto mítica plasmada en la película de 1968, El planeta de los simios, magníficamente interpretada por Charlton Heston. Confieso mi tendencia a escudriñar en todos aquellos temas que tratan de encontrar sentido a la autodestrucción de la especie humana y en este caso, como hiciera Pierre Boulle en 1963 con su obra El planeta de los simios, tratar de entender como el homo sapiens puede estar en guerra constante con la naturaleza y con los de su propia especie. Recuerdo haber leído la novela de Boulle hace ya un tiempo y haber descubierto en ella una temática recurrente que sigue tristemente de actualidad como es el racismo, la discriminación de “clases” o el maltrato animal, entre otros, los cuales siguen mostrando ese retroceso constante de una sociedad que parece en muchas ocasiones incapaz de querer reflexionar sobre la finitud de su existencia. La película de 1968 exageró los planteamientos filosóficos de la obra de Boulle, exaltando principalmente la psicosis nuclear norteamericana de los años 60; pero también consiguió elevar la novela hacia unos límites inesperados que nunca hubiese creído el propio autor. Sin duda, 1968 fue un año marcado por las turbulencias sociales y políticas, como las ocurridas en las calles de París con lemas como “sé realista, pide lo imposible”, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy en EEUU, cuyo trasfondo giraba en torno a la guerra de Vietnam y los disturbios raciales, o la primavera de Praga, cuyas pretensiones de apertura del país hacia el socialismo fue aplastada por la antigua URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia. Me van a permitir los lectores de este artículo que haga una suscita parada en ese año pues todo lo que históricamente ocurría en el mismo tuvo su reflejo en numerosas novelas y películas estrenadas ese año. Desde esta perspectiva, si clara vidente fue El planeta de los simios, no le fue a la saga otra de las grandes películas estrenadas en ese momento como 2001: una odisea en el espacio, donde una máquina de inteligencia artificial llamada HALL 9000 programada para cumplir órdenes sin objeciones cambia su “comportamiento” de forma drástica a lo largo del film. Sin duda, la obra de Arthur C. Clarke plasmada de forma magnífica por Stanley Kubrick, nos introducía en el debate de cuáles pueden ser los riesgos de la inteligencia artificial, temática que nos introducía en el que creo que es el debate más importante de los últimos tiempos junto con el cambio climático y sus consecuencias. Desde luego, fue un año prolífero en mensajes lanzados hacia un futuro que parecía lejano e incierto. Ejemplo de ello fue la publicación en ese año de la mítica novela de ciencia ficción, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick , donde el protagonista Rick Deckard, una cazador de androides renegados, aborda diversos problemas éticos sobre el comportamiento de los androides y la posibilidad de que pudieran poseer emociones. En 1982, año de la muerte de Dick, Ridley Scott estrena la ya película de culto Blade Runner, un clásico que confieso no me canso de ver y que hoy en día es utilizada como material de filosofía en muchos centros educativos. Disculpen, creo que mi pasión por este tema ha vuelto a hacer estragos en este artículo, pero es que Blade Runner es quizá una de mis pelis favoritas a la que algún día espero dedicar un artículo en su totalidad.
Terminaré este artículo haciendo alusión a ese momento espectacular de la peli El planeta de los simios donde Charlton Heston, frente a la estatua de la libertad derruida en la arena, consciente por fin de lo que había pasado en el planeta Tierra en su ausencia espacial dice: “Finalmente lo hicimos de verdad. ¡Maniacos! ¡Volaron todo! ¡Malditos! ¡Váyanse todos al infierno!”.