OPINIÓN. «El fantástico mundo de las colmenas», por Ignacio Solana

Meses, semanas y días en las que observamos cómo el mundo político ha acaparado todos los medios de comunicación y las tertulias en calles y barrios. Semanas de movimientos y de conversaciones (algunas en la oscuridad) para estructurar lo que serán las listas del 28M.

Para entender nuestra actual situación política voy a usar un símil, “la historia de una colmena de abejas”. ¿Alguna vez te has parado a pensar cómo funciona una colmena? ¿Será que una colmena tiene relación con nuestra política local?

Una manda y el resto obedece. O por lo menos, así es la historia en una colmena con estamentos. Pero aquí, la cosa cambia. Va más allá. Y es ahí, cuando el nerviosismo por no ser protagonista o no salir en la foto nos ha llevado a situaciones poco comunes o y de dudosa educación entre colegas. Los desplantes, la falta de transparencia y las zancadillas entre “colegas” han cobrado más protagonismo que nunca. Movimientos que podríamos denominar estratégicos en la carrera por las municipales.

Es realmente triste y desolador ver cómo las traiciones y los desplantes políticos, se apoderan de nuestras instituciones y nuestros partidos. Traiciones y desplantes que, en ocasiones, suponen un aliento para la “abeja reina” y, en otras, un quebradero de cabeza que hace que se replantee los siguientes pasos a dar y su forma de actuar. Con un único objetivo: no levantar revuelo y seguir ocupando su posición de abeja reina.

Pero lo más importante dentro de una colmena es controlar y vigilar. El 28M está cerca y no puedes dejar caer a tu reina. O, por lo menos, eso has de hacer creer.

Cada abeja reina controla su estructura interna de partido. Marca las pautas a seguir y los pasos a dar a cada una de sus obreras. Desde las instituciones principales, como el Cabildo, hasta las más pequeñas como ayuntamientos. Y lo mismo ocurre con nuestras listas electorales. Uno decide y el resto obedece. ¿Entienden el símil con la colmena? El objetivo siempre es llegar a la cima y producir la mayor cantidad posible de miel.

Si trasladamos este símil de colmenas a las listas municipales a nuestros ayuntamientos, el movimiento interno es aún mejor. Las abejas suelen estar más nerviosas e increparse entre ellas. Siempre hay alguna que se remueve más de la cuenta. ¿Qué ocurre si una de las obreras se aburre de siempre lo mismo y quiere algo más de protagonismo? Fácil. Buscar aliados para conseguir desbancar a la reina o, mejor, cambiar de colmena (o mucho mejor dicho, de partido).

¿El objetivo? Tocar poder a cualquier precios sin importar ni ideales, ni principios y, mucho menos, el interés general. Lo único importante es solo y exclusivamente seguir pensando que eras la abeja más importante del reino y, por supuesto, cortar la cabeza a todo aquel que se interponga en tu camino.

El cambio de colmena (así como de ideales) es un fenómeno que observamos cada cuatro años. Un movimiento amparado por la falta de miel (poder), falta de producción o simplemente falta de amor propio. Así, los ciudadanos observamos estupefactos esos movimientos que surgen con tanto descaro una vez han dinamitado todo los que estaba a su alrededor. Pero esas mal llamadas abejas reinas venden esos movimientos como necesario e imprescindible y están dispuestas a acabar con todo aquel que ponga en entredicho su fin, incluso lanzando sus zánganos a través de redes sociales para descalificar e insultar a todo aquel que dude o critique las decisiones de la reina madre.

La recolección y la protección de la colmena, aquella que realizan las abejas obreras, se debe realizar con el convencimiento de la lealtad, el respeto y, sobre todo, desde la honestidad por encima de cualquier otro principio. Tanto la abeja reina como las abejas obreras deberían trabajar por un bien común, un bien que permita el buen funcionamiento y el equilibro del sistema, ese al que todos debemos respetar y a ese al que debemos nuestras decisiones: el ciudadano.