OPINIÓN. «EMMA» por Violeta Chacón

Emma es mi hija. Me parece bastante increíble que hace 10 años mi cuerpo, con sus 41 kg. de peso, pudiera reproducir vida y llevar un embarazo a término.
Durante el embarazo hice una tesis sobre gestación y crianza. En todos esos libros y testimonios de otras madres decían que los hijos son los verdaderos maestros. Sinceramente, no lo entendí muy bien. Lo dejé correr porque pensé que lo entendería más adelante. Y así ha sido. Emma me ha enseñado a conocer mis límites, a expandirlos, a hacer cosas que creí que no sería capaz y a tragarme muchos de los miedos con los que cada día lidio. Porque cuando una se reproduce, se conoce un amor nuevo, enorme, exponencial. Pero, de igual forma es el miedo. Ahora sabes lo que es el miedo real. Pero con él haces un paquetito y te lo tragas. A eso también te enseñan los hijos.
Emma llegó deprisa y con urgencia, tres semanas antes de que le tocara. Y eso ha sido el motor de su vida. Emma tiene lo que viene siendo poca paciencia. No le gusta esperar, ni el trabajo minucioso. Ella quiere saber lo que pasa con todo, en cualquier momento. No puede estar quieta un segundo y es intensita de nacimiento. Supongo que eso se lo he traspasado yo, como la miopía y la necesidad de ortodoncia. Creo que le he dejado también la facilidad para las matemáticas, aunque no le gusten demasiado. Le gustan las historias, tanto contarlas como inventárselas, y es extremadamente sensible. Cuando tenía cuatro años descubrió un muñeco japonés que se llamaba Ampamán. No lo entendía, pero vio todos los videos que había en la red, y tanto vio, que hasta algunas palabras en japonés aprendió. En ese momento se flechó con Japón.
Emma es obstinada y hace del “pico pala” el lema de su vida. Es muy cansado cuando se le mete entre ceja y ceja algo que quiere que le de o le compre, pero al mismo tiempo sé que ese hacer la llevará a donde ella quiera, porque en la vida es más importante la constancia que la facilidad para hacer algo.
Desde que Emma llegó creo que no he tenido un minuto de aburrimiento, porque ella siempre está inventando. Lo de estarse quieta no sabe bien lo que es. Solo cuando duerme. Emma sueña con viajar, vivir en Madrid, en Nueva York y en Japón. Tiene una libreta donde va apuntando las cosas que quiere hacer y los negocios que puede montar para ser independiente económicamente.
Emma es lo que decimos una niña “repunante” para comer. Si a ella le preguntas por su comida favorita, te dice que sushi. Y es cierto. Se lo come sin protestar y, si no te andas rápido, se come lo tuyo también. Yo, para cumplir con mi obligación de madre, le doy el sushi, pero primero le pongo un plato de crema. Ya sabes, me quedo tranquila porque la verdura se la comió.
Para hacer una crema de verdura, yo pongo a freír: cebolla, puerro, pimiento verde y pimiento rojo. Luego le pongo la verdura cortada en trozos medianitos: zanahoria, calabaza, calabacín y una papa. La sofrío toda un poco y finalmente le añado caldo de verduras hasta cubrir. Después de 20 minutos de cocción, le paso la batidora hasta que quede todo bien molido. El secreto de una buena crema está en el caldo y en los tropezones que le pongas al servirla: queso batido o yogur griego, jamón serrano, semillas, trocitos de pan bizcochado… lo que tengas en la nevera es el límite.
Dice Jorge Drexler en su canción Antes: No entiendo cómo podía vivir antes, aunque antes de nada quiero aclarar, que tampoco estaba pasándolo mal antes… Y justamente así. La vida es más cansada ahora, pero también más entretenida… y no entiendo como podía vivir antes.