«En el principio, creó Dios los cielos y la tierra…, menos en Fuerteventura, donde lo que creó fue la solajera y el terreguizo». Eso decía mi madre encorajinada cuando en pleno diciembre, y en vísperas de la Pascua, el termómetro rozaba los 30º y el polvo africano atravesaba hasta las paredes, viajaba sigiloso por el pasillo y cubría de arena los muebles, las camas y el suelo. Pero ella se empeñaba en poner la decoración navideña de la casa al estilo de Laponia: con un belén cubierto por la nieve, un abeto de plástico con más luces intermitentes que una ambulancia y, encimba de la cómoda, 300 tarjetas con cabañas de madera echando humo por la chimenea en medio de paisajes noruegos, suecos o finlandeses. Clamaba contra el alcalde y la corporación entera porque el ayuntamiento ponía los mismos adornos de hacía quince años y un alumbrado de mierda en nuestra calle, y ella por su cuenta y riesgo colocaba las escaleras y las subía para colgar papanoeles de celofán en las ocho farolas. Luego, para relajarse un pizco, se iba a tomar un cortado a casa de su vecina Carmita Sanabria, que tenía aluminosis en la cadera y no podía caminar sin arrastrar una pata. Esta señora no se tomaba la medicación porque le producía unos efectos secundinos horrorosos, se lamentaba.
A media mañana mi madre, a pesar de su dislexia, se ponía a leer el periódico La Presbicia en el comedor. Siempre empezaba por la sucesión de sucesos: “Muere un hombre recién nacido de 64 años de edad cuando caminaba por la autopista a 200 kilómetros por hora. Fue detenido por dos miembros de una brigada paracaidista rusa, que salía de comer de un chino y que le impusieron una multa de 500 rublos”. También le interesaban las informaciones de ciencia y educación: “En Estados Unidos, Harry Watson, un niño de 8 años que había sido crionizado en 1975, fue descongelado en noviembre pasado. Sin embargo, sus ahora ancianos padres lo entregaron ayer a los Servicios Sociales porque, dijeron: «Este niño está muy malcrionizado. ¡Es insoportable! (pero en inglés)»”. Las esquelas las dejaba siempre para el final, porque le daba pavor encontrarse un día con la suya propia estando viva, pero la curiosidad le podía. Como, además de disléxica, tenía un ojo a la virulé, en una ocasión le pareció leer una esquela que comunicaba que su primer novio, Bandalino Expósito, “Falleció en el día de ayer a los 89 años de edad tras recibir la extremadefunción, los santos excrementos y la bendición apostólica…” «”Apostólica”…, no me extraña, si ese hombre se envició con las apuestas desde que tuvo perras», se dijo ella para sí misma.
Luego le echaba un vistazo a la revista Hola y Adiós para ver si algún famoso o famosa había estado de visita en la isla y decía de querer comprar alguna casa en Corralejo, porque ella tenía allí un terreno con vistas a Lobos y Lanzarote. Junto con la revista se compraba un décimo de Lotería de Navidad, que lo juntaba con los otros cuarenta que iba acumulando desde el mes de agosto. Tanta lotería se compraba, que si hubiera ahorrado lo que se gastó en décimos los últimos 40 años ahora sería rica.
Mientras hacía de comer solía escuchar la radio y un día, en Radio Toto, oyó una entrevista a María Destespum, Consejera de Limpieza, Viejas Tecnologías, Festejos y Cementerios* del Cabildicio Insular, diciendo que su Departamento subiría 15 euros el presupuesto de este año para la celebración de estas fiestas tan familiares y entrañables. «A esta mujer le falta un hervor», y más se encorajinaba mi madre.
*Los cementerios son competencia de los ayuntamientos, pero María Detespum no lo sabía y estuvo cargando con ese muerto media legislatura, hasta que los alcaldes la denunciaron en Fiscalía y la condenaron por profanación institucional e incineración de fondos públicos a doce años de inhabilitación. Los alcaldes habían pedido su lapidación, pero la jueza sostuvo en su auto judicial que para eso la Consejera tenía que haber profanado la legislatura entera, aunque por falta de ganas por su parte no sería.
Hyvää jolua ja onnellista uutta vuotta 2023