OPINIÓN. «Juego de Troncos (II Parte)», por Felipe Morales

El rey Serguei del Sur convocó a un general que había regresado del futuro y le ordenó que le organizara un viaje por mar desde el puerto de Pajarelia. Desde allí zarpó, subido a un navío de madera con un mascarón de proa en forma de camello con dos cabezas y un corazón rojo entre ambas que llevaba inscrito el nombre de “Chocho Volador”. Raudo y veloz, el rey bordeó de sur a norte la costa este de Isla Seca, pero cuando llegó al Islote de Los Lobos, una inmensa masa de calima que cubría el mar y la tierra lo cegaba todo. Entonces, Serguei pronunció en voz alta un conjuro mágico: ¡Man olín traviesssus! Súbitamente, el polvo en suspensión se evaporó como absorbido por la garganta de un dios escondido en el abismo… Y de entre la bruma surgió algo extraordinario: un larguísimo puente colgante hecho de acero varylio bañado en oro, que unía Isla Seca con la Isla de Lancelot. ¡Era la obra cumbre de su reinado! Justo en el momento en el que Serguei procedía a inaugurarlo, una ola gigante le golpeó en toda la cabeza…, pero no era una ola, sino un torrente de agua fría que lo sacó de su sueño. Era Lord John Nicholson, Mano del Rey, que exasperado le había lanzado un balde de agua helada y le gritaba: -¡Majestad, despierte, se rompió otra tubería y media isla está sin agua…, la plebe está furiosa y se temen disturbios!- -¡Maldita sea, esto empieza a ser Caaf-kiano!-, protestó el rey y le conminó: -¡Envía una cuadrilla y que peguen la cañería con cintasiva de carrocero!-

Serguei del Sur no solo había traicionado el Principio Primero de la Era del Poder del Pueblo, autoproclamándose rey de un pueblo que casi en su totalidad no lo había elegido, sino que, obnubilado por el Poder del Cangrejo, proclamó que entre él y Lord John Nicholson, -su fiel escudero- ejecutarían todas las acciones de gobierno… ¡todas!
Y lo cierto es que, por el Poder del Cangrejo, Serguei era capaz de hacerlo todo a la vez y estar al mismo tiempo en todas partes: no necesitaba dormir, comer, ni evacuar… Podía estar en el mismo instante inaugurando una feria de ganado en Twineshe que presentando un estandarte en Ciudad Berlín o presidiendo una entrega de trofeos en Olivaria. Pero al rey le ocurría lo que a los cangrejos ciegos de Lancelot: convencido de que avanzaba hacia adelante, en realidad lo hacia atrás, ya que su tiempo era muy limitado y se exponía a ser aniquilado en la guerra venidera, con el pueblo y casi todas los Órdenes en su contra.

Entretanto, los habitantes de Isla Seca se rebelaron contra la construcción de la Ciudad de los Sueños junto a las Dunas Sagradas, que Serguei promovía con su ilegítimo poder. Y la indignación fue aún mayor cuando Antoine de Puerto Nuevo, Señor de las Academias, enviaba pregoneros por el mundo afirmando que todos los súbditos expresaban su entusiasmo con su proyecto y que todos ellos recibirían mil monedas de oro, trabajos para sus hijos, jarras de vino y hasta meretrices y meretrizos. La lucha finalmente tuvo éxito y el proyecto fue abolido por las Cortes de las Hespérides.

Tiempo después, un emisario del Gran Imperio Ibericus trasladó un edicto en el que se le comunicaba a Serguei del Sur que todos los acuerdos tomados por él y Lord John Nicholson debían ser revocados…, y que dos más dos son cuatro. Pero Serguei le respondió que eso de que dos más dos son cuatro era algo que tendrían que dirimir los tribunales, porque había antecedentes de que dos más dos podían ser tres o cinco. Inamovible y ufano, el rey se fue con el edicto a la letrina de su Casa-Palacio y lo colocó en el portarrollos del papel íntimo.

Así pues, todo era inútil para deponer a Serguei del Trono de Piedra ni edictos, ni leyes, ni protestas populares. Las Órdenes concluyeron que la única alternativa era prepararse para la guerra venidera, que tendría lugar justo antes del verano. Y empezaron a pertrechar sus ejércitos para la batalla contra el Poder del Cangrejo que restablecería la ley en Isla Seca… o no.