“Érase una vez concretamente en los días mejores del año, la víspera de Navidad, el día de Nochebuena en que el viejo Scrooge estaba muy atareado sentado en su despacho”.
Con estas palabras, Charles Dickens nos sumerge en una de esas novelas cumbre sobre la Navidad, una obra llena de matices que supera con nota el paso del tiempo y la realidad que nos rodea, acercándonos a la naturaleza humana y su relación con los demás, las desigualdades sociales, la explotación laboral, la avaricia o la crítica contra el capitalismo. Pero si hay un tema recurrente en la novela que nos radiografía como somos, ese es la solidaridad. Los humanos somos seres sociales, mamíferos gregarios que tendemos a formar grupos familiares y suprafamiliares con los que interactuar de distintos modos. Y este hecho es realmente la clave de nuestro éxito como especie y el hilo que nos mueve necesariamente a entendernos para poder alcanzar la convivencia.
Siendo consciente de las debilidades que arrastran al ser humano a cometer actos de extrema bajeza, la solidaridad sigue siendo un elemento fundamental y necesario entre nosotros para poder afrontar los retos de la vida. Nuestros familiares, amigos, vecinos, allegados y conocidos, independientemente del orden que prioricemos nuestra relación con ellos, merecen al menos un pequeño gesto de empatía en forma de saludo, conversación o afecto, que nos siga manteniendo cómplices y corresponsables de la sociedad en la que vivimos, hasta hacernos desterrar esa idea de que “de puertas para fuera nada ni nadie importa”.
En semanas pasadas, las distintas galas, maratones, conciertos, encuentros y demás actos de solidaridad realizados por diferentes asociaciones, organismos y colectivos, mostraron esa naturaleza responsable de una sociedad que sigue poniendo su mejor cara en las fechas señaladas ante la situación difícil que están viviendo muchas familias. Pero sin menospreciar toda esta ingente labor, creo que no sería justo olvidarnos de toda esa gente que se podrían denominar como “solidarios silenciosos”; es decir, aquellos que emplean parte de su vida durante todo el año en echar una mano a quien mas lo necesitan (familia, vecino, allegado, conocido o sin conocer), sin pedir nada a cambio y sin necesidad de reconocimiento más que su propia satisfacción de seguir siendo humanos, con sus defectos pero también con muchas virtudes como la de ser solidario en todas las facetas de la vida. A todos esos anónimos, que todos conocemos pero que no salen, ni saldrán ni quieren salir en ningún acto, foto o calendario, va dedicado este humilde artículo. Ellos saben quienes son y lo que son, pero por encima de todo saben lo que les dicta su razón y su corazón para seguir construyendo esta sociedad en la que vivimos.
“Mi idea de Navidad, tanto pasada de moda como moderna, es muy simple: amar a los demás. Pensémoslo, ¿por qué tenemos que esperar a Navidad para hacerlo?”. Palabras de Bob Hope, comediante, cantante, escritor y guionista inglés.