Todavía nos quedan días de verano, con tardes largas y marea tranquila, pero ya en el aire se respira ese fresco del otoño. Aunque aquí no se pongan los árboles naranjas, el aire es fresco y tiene como un aroma particular. Quiero ponerme romántica y soñadora, visualizando todas esas fotos otoñales del norte de Europa, aunque en realidad el aroma que se siente aquí es el de los euros saliendo de la cartera, mientras nuestros adolescentes y niños llenan la maleta de lápices y libretas nuevas. De libros y otros materiales, que a los que llevamos media vida siendo estudiantes, nos emocionan. Pagamos, pero con menos disgusto; qué quieren que les diga.
Este verano no he tenido la posibilidad de pisar demasiado la playa, no voy a contarles mis miserias, pero digamos que por una serie de desafortunados acontecimientos, me he visto obligada a trabajar más horas de la cuenta en este mes de agosto. Pero, “a Dios pongo por testigo” que me voy a esforzar para que la última quincena de agosto la pueda pasar tirada a la bartola, con una sola preocupación: sacudirme la arena de los tobillos antes de subirme al coche.
De lo poco que he podido estar en la playa, he observado algo a lo que también quiero agarrarme con firmeza. La gente lee. ¿Podrían leer más? Seguramente, pero así como no pienso trabajar en agosto, voy a aferrarme a lo poco bueno que vea alrededor. Ya me cansé de estar escuchando y profiriendo quejas continuas de lo mal que estamos y de lo mal que vamos.
En la playa, me dediqué a observar a las personas que estaban tumbadas en la arena. Y descubrí bastantes libros. Mucho libro digital también, y de esos no puedo tener datos, pero de los que lo hacían en papel sí. Y hasta para un estudio sociológico me da. Me llamó poderosamente la atención que encontré muchos libros de lo que ahora le llaman desarrollo personal y que le han ido cambiando el nombre a lo largo de los años. No entiendo bien el por qué. Bueno sí. Existe una especie de juicio vedado hacia quien tiene interés o intención de profundizar en su persona, como si esa curiosidad fuera algo negativo. Como si querer sentirse mejor no estuviera bien visto. Como si de alguna forma, la sociedad nos condenara a aceptar qué y cómo estamos. Seguir girando en esta rueda, produciendo para un sistema que cada día quiere más de nosotros. Y mientras, nos dan un alivio para poder poner la toalla durante una semana en la playa de la Concha, tomando quintillos y haciendo la cola en el asadero de la fiesta del Cotillo, para alcanzar una jarea con dos papas. Una semana así, a cambio de 51 trabajando de 7-4. El que empieza a sentir incomodidad en este juego, tiene dos posibilidades: quejarse o buscar algo que le diga que se puede vivir de otra forma. Los libros son una fuente de conocimiento y por ahí empieza a salirse uno de esa rueda infinita.
Hábitos atómicos, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Los libros de la dr. Marian Rojas Estapé… Me produce mucha alegría ver a tantas personas leyendo estos libros. Y cuando encuentro personas leyéndolos, me dan ganas de ir corriendo a darles una palmadita de esperanza, para impulsarles a que sigan por ese camino. Por ahí se empieza.
Otro bestseller del momento, por la cantidad de personas que lo leían es la Saga Empíreo: Alas de Sangre y Alas de Hierro. Ya me dio la curiosidad suficiente para ir por la librería a buscarlo.
Estoy ansiando el momento en el que vaya por la playa y encuentre a alguna persona que esté leyendo cualquiera de mis manuales. Ese momento va a ser el día de la sorpresa mayor.
Mientras tanto, lean, que todo lo que hay que saber está en los libros.