OPINIÓN. «Una noche en las 24 Horas», por Alejo Soler

Hace unas semanas tuve el placer de disfrutar un año más de una de esas noches emocionantes de baloncesto en el Oasis con el 41º Aniversario del Memorial Ramón Castañeyra. Sentado en la grada con un grupo de amigos con los que compartí, tiempo atrás, varias ediciones del Memorial, dejé volar mis recuerdos a esos primeros momentos de auténtica adoración que sentí y siento por el baloncesto. Mi idilio con este deporte comenzó allá por el año 1983, cuando la chiquillería del barrio habíamos improvisado una canasta de baloncesto con un cubo desfondado sujeto a un tablón de madera que hizo las delicias de los chinijos de aquella época. Y es que las tardes de basket habían llegado a nuestras vidas tras largas sesiones de admiración y permanencia en el “Oasis”, lugar que hacía honor a su nombre pues allí se reunían, ante mis ojos, los mejores jugadores de baloncesto de aquella época de la Isla. Un año después, con tan solo 10 años, me animé a realizar un cursillo de mini basket, requisito previo para jugar mis primeras 24 Horas de Baloncesto en el equipo Fuerteventura, evento que quedará por siempre retenido en la parte emocional del disco duro de mi memoria. Por aquel entonces, algunos de nuestros profesores de colegio e instituto, los cuales habían formado parte de la familia del baloncesto de la Isla allá por los años 70 y 80, seguían manteniendo un vínculo estrecho con el mismo hasta convertirse, en muchos casos, en entrenadores y formadores de muchas generaciones de chicos y chicas. De algunos de ellos supimos que habían formado parte del Nenedán, equipo que había llegado a jugar en la segunda división nacional, hecho que considero extraordinario para el baloncesto de la Isla de aquella época. Con la perspectiva que da el tiempo, hoy pienso que gracias al empuje que dieron muchas de aquellas personas amantes del baloncesto, no solo lograron mantenerlo vivo, sino que crearon una verdadera escuela en Fuerteventura. A partir de ese momento y gracias a personas como Lico, Miguel R, Torano, Suso o Dioni, entre otros, que espero me perdonen por no nombrarlos a todos, el baloncesto se convirtió en algo fundamental en la vida de muchos chicos de aquel momento. Recuerdo algunas de aquellas tardes en el Oasis, en las que Lico nos sentaba frente a una de las paredes para visionar fotos y partidos de equipos de la NBA, antes incluso de la emisión de programas como ‘Cerca de las estrellas’, dirigido por Ramón Trecet, el cual se emitía los viernes a las 12 de la noche bajo la sintonía de Faith, de George Michael, o las publicaciones de la revista Gigantes del Basket. Menuda pasada era ver jugar a aquellos jugadores de la NBA como Michael Jordan, Bird, Magic o Abdul Jabbar, entre otros, los cuales parecían provenir de otra “galaxia”. Y así, con el transcurrir de los años, ese grupo de amigos, que desde el colegio compartimos muchas tardes de entrenamiento en el Oasis y 24 Horas, seguimos reencontrándonos en muchos Memoriales bajo el nombre de The Simpsons, aún cuando algunos tuvimos la suerte de salir fuera a estudiar. Destacar de aquellos tiempos los partidos de alto voltaje contra equipos como el Cadecaf, Caf o los más que competitivos equipos formados en Gran Tarajal o Corralejo, entre otros. La memoria me traslada a muchos momentos emocionantes como cuando trajeron al Oasis a los Globetrotters que dieron una exhibición divertidísima de lo que jamás creímos se pudiera hacer con una pelota de baloncesto. En fin, no quiero seguir extendiéndome mucho más en este artículo sobre aquellos emotivos momentos vividos en el Oasis, pero terminaré confesando que, gracias al baloncesto, en una tarde de esas de entrenamiento en el Oasis, hace ya 34 años, comencé una de las aventuras más emocionantes de mi vida con la que hoy es mi mujer.

Al colectivo Meracas por su tesón y pasión cada año en la organización de cada Memorial, así como a ese grupo de amigos como Iván, José M, Tito, Toni, Juan Miguel, Memín, Fernando, Mingo o Adolfo, entre otros, que conformamos The Simpsons durante muchas 24 horas, dedico estas humildes líneas. Gracias a ellos y a personas como Miguel Rey, con el que compartí recuerdos en la grada en el 41º Aniversario del Memorial Ramón Castañeyra hoy mantengo viva la emoción que sigo sintiendo por el baloncesto. Postdata: En mi casa guardo como un verdadero tesoro el diploma del curso de minibasket de 1983 firmado por Torano y Andrés Valerón, así como una medalla de participación en el I Memorial.