Vida y muerte van de la mano, unidas por enseñanzas, momentos y experiencias. Cada pérdida que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida es inevitable. Y en todas las edades y formas el dolor existe, aunque la reacción ante el mismo sea diferente. De más joven sientes, sobre todo, incomprensión y rabia, no entiendes como puede existir tanta injusticia en el mundo. Según vas sumando años eres consciente de que cada día es un regalo y que la muerte es el final de nuestro camino; pero eso no quita que se te encoja el corazón y te duela en lo más profundo de tu alma el despedirte de personas que te han demostrado, cuidado y mimado con todo su empeño.
Los duelos en general son momentos complicados que nos toca vivir, pero cada ser humano es un mundo y no se vive ni se supera de la misma manera. Desconocemos lo que está pasando la otra persona; simplemente somos conscientes de lo que nuestros sentidos nos dejan apreciar y sentir.
En estos días nos ha tocado despedir a una persona que diariamente nos daba una lección de vida, con un gran corazón además de valentía.
Cariño, respeto, calma, alegría, sosiego… eran ingredientes que lo caracterizaban en su día a día. Nos sorprendía tirándose en paracaídas, cocinando, viajando y, como no, degustando la buena gastronomía.
Siempre se le ha destacado por su faceta carnavalera: desde las kellys, en pleno agosto a su viernes antes del carnaval, y llenándonos el cuerpo de risas y plena felicidad. Pero también fue un luchador y defensor de nuestra Isla. En su etapa de la ONCE reivindicó desde el ámbito sindical mejoras en los derechos de los trabajadores y en las infraestructuras para dar los mejores servicios.
Admirar y querer a personas como él es tarea fácil, son como esa risa que llega a nuestro día cuando todo iba mal.
Manolo siempre tendrá un hueco en nuestros corazones, seguiremos su ejemplo de luchador y buena gente, brindando cada día por este regalo que es la Vida.