Por Marlene Figueroa
Me asomo a esta ventana de opinión con la intención de compartir algunas reflexiones sobre el mundo que nos toca vivir y, de paso, también meditar en voz alta en torno a algunas de las preocupaciones que creo que compartimos muchos en estos tiempos.
A la incertidumbre y los problemas del día a día que nos ocupan se nos suman otros, mucho más profundos y que a la larga son los que definirán nuestra realidad. Observamos los grandes cambios económicos, tecnológicos y geopolíticos que se están produciendo a gran velocidad y sin que nadie ni siquiera nos pregunte. Solo nos dejan la alternativa a adaptarnos o quedarnos al margen.
Todo esto viene acompañado de un fenómeno de desafección política que ya es muy evidente en todos los estudios sociológicos y en el día a día. Se observa en las conversaciones, debates y actitudes que muchos adoptan ante lo público. La desinformación -y me refiero a la que se construye a conciencia, con alevosía y con el objetivo de no respetar la verdad- campa a sus anchas precisamente cuando más información y herramientas tecnológicas hay disponibles.
Podríamos sintetizar que la democracia no está de moda últimamente, muchos incluso la cuestionan de palabra y con sus actos, faltando al respeto a tantos y tantas que pelearon muy duro para que llegáramos hasta aquí.
Y es que es precisamente ahora cuando es más necesaria que nunca la democracia, y por eso el valor, la defensa y la práctica de valores como la libertad de conciencia, pensamiento y expresión deberían ser enseñadas desde jóvenes; esos jóvenes que pertenecen a una generación nacida y que crece en libertad, con sus derechos plenamente reconocidos y que deben saber de dónde venimos y el valor de todo esto para no correr el riesgo de perder lo logrado.
Es ahora cuando hacen falta ciudadanos y ciudadanas responsables y conscientes que contribuyan a defender y desarrollar el estado de bienestar social que nos hemos dado, porque está siendo asediado. El sistema social y democrático nos ofrece una educación y una sanidad publicas gratuitas y garantizadas para toda la población, cuida de sus mayores y de los más pequeños, de los desfavorecidos, respeta a los diferentes, a las minorías, redistribuye la riqueza. Es eso lo que está siendo atacado y puesto en cuestión.
Recordando aquello que escribió Bertold Brecht sobre el nazismo, que primero se llevaron a los judíos, después a los comunistas, y a los obreros, y a los intelectuales y nadie hacía nada; así hasta que, finalmente cuando vinieron a por mí, ya era demasiado tarde.
El compromiso y la responsabilidad de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas es fundamental para evitar que unos pocos nos lleven a la mayoría por caminos que solo benefician a esos pocos y que, sin duda, si llegara a ocurrir, será a costa de que todos los demás perdamos lo conseguido durante generaciones.