Texto y foto: Carmelo Torres
La historia de la Lucha Canaria en Fuerteventura todavía está por escribirse y si alguien no se anima, en breve plazo buena parte de la misma -especialmente de las fechas anteriores a los años ochenta-, desaparecerá para siempre.
Hoy presentamos la entrevista realizada al luchador más laureado de una familia que en la lucha canaria de la Isla, e incluso de toda la Comunidad Autónoma, son referente de la nobleza, la astucia, la perseverancia, la humildad y de cada uno de los valores que nuestro vernáculo deporte inculca a todos aquellos que se animan a practicarla.
-¿Dónde y cuándo nació?
-Nací el 19 de octubre de 1966 en Tuineje pueblo que, aunque ahora es más grande, en el pasado no lo era mucho; más concretamente en la zona de Los Adejes, que en realidad no es ni pueblo, sino una zona de disperso del municipio de Tuineje. La verdad es que está bastante retirado de lo que es el pueblo, pero allí nos criamos todos los hermanos y hermanas, porque somos un punillo, como dice el otro, y es que somos doce. Las cosas no eran fáciles, porque entre mis hermanos y mis padres éramos catorce en la misma casa. Allí, prácticamente, solo estábamos nosotros y alguna otra casa por debajo, y poco más; pero no llegábamos ni a barrio.
-¿A qué se dedicaban sus padres?
-Nosotros lo único que teníamos era el ganado y los tomates que se plantaban allí.
-¿A qué edad comenzó a luchar?, ¿por qué?
-Pues desde siempre, desde los cinco o seis años. Mis hermanos mayores, Manolo, Rafael, Miguel, ya estaban luchando en el Tuineje; bueno, y Antonio y Martín,… nosotros íbamos a cuidar el ganado y nos poníamos a luchar en la tierra, en la gavia, como dice el otro. Mis hermanos Antonio, Martín y yo éramos los más chiquitillos. No fuimos a entrenar hasta que tuvimos cierta edad en el campo de lucha de San Miguel de Tuineje. Al principio yo y mi hermano Antonio íbamos con las cabras y nos poníamos a luchar en cualquier sitio; ya entonces pegamos con esa matraquilla. En ello tuvo mucho que ver que mis hermanos mayores ya estuvieran luchando en Tuineje. Yo creo recordar que empecé a ir a entrenar a Tuineje con doce o trece años o por ahí. Y algunos de mis hermanos iban a Tuineje y ya después se quedaban para el siguiente día ir a Jandía a trabajar; entonces a Antonio, Martín y a mí nos tocaba ir caminando para la casa y era un buen tramo: no eran diez minutos ni algo parecido y más en aquella época.
-¿Quién fue su primer entrenador?
-Allí en Tuineje estaba Matías Domínguez y después también Miguel Cerdeña, pero quién más estaba era Matías. Recuerdo que uno era tan chico que, bueno, los más viejos eran los que más bien te iban encaminando. Era así, los más grandes enseñaban a los más pequeños.
-¿Cuál fue su mayor referente para dedicarse a nuestro deporte autóctono?
-Hombre, de esa época hay que recordar que estaba Vicente Alonso, que yo creo que fue una referencia para todos los luchadores de mi época e incluso de antes; y no solo de Fuerteventura, sino de toda Canarias. Marcó una época, todo el mundo admiraba a Vicente Alonso y es que era un hombre que iba a la Isla a reforzar los equipos, entre ellos al San Miguel de Tuineje. La referencia era Vicente Alonso, al que también conocían como “El Majorero de Oro”. Él ya estaba cuando aquello luchando y viviendo en Gran Canaria; también estuvo por La Palma y algo de eso, pero iba mucho a reforzar los equipos en Fuerteventura, especialmente con motivo de las fiestas grandes: San Miguel, Puerto del Rosario, La Peña, … Esa fue mi referencia. Otros grandes luchadores eran Melquiades, El Parri,… el problema de Vicente era que en Fuerteventura llenaba tanto los campos que las entradas se agotaban, hay que reconocerlo, y eso que no era como ahora: se luchaban tres días seguidos -viernes, sábado y domingo-, no uno solo como ahora, y las entradas se agotaban todos los días. En Fuerteventura, Vicente siempre llenó los campos.
-En su familia la lucha era tradición. ¿Su padre también luchó?
-Sí, sí. Mi padre, Manuel Cano Martín, también luchó y también llegó a luchar en Gran Canaria. La verdad es que en el deporte de la lucha nos involucramos todos.
-¿Cómo era el mundillo de la lucha en sus primeros años?
-Bueno, recuerdo que en mis primeros tiempos había veces en las que ni siquiera luchaba. El equipo tenía doce senior y yo era juvenil y me quedaba sin luchar; esas cosas pasaban. En otras ocasiones, había más juveniles que eran mejores que yo, hay que reconocerlo. Y yo me decía ¡ya me tocará a mí!
-Había muchas carencias en la lucha. ¿En esa época ya todos tenían la ropa de brega?
-Los vestuarios no eran ni la sombra de los de hoy en día. Yo recuerdo que nos bañábamos en el campo de Tuineje. Aquello parecía que era un bidón arriba y abajo una manguerilla, te bañabas… y éramos felices, mira tú, porque no conocías nada más: ese era nuestro mundo, era lo habitual.
-¿Es cierto que en el equipo de Tuineje llegaron a estar seis de los hermanos Cano?
-Sí, es cierto. Creo que yo llegué a estar unos dos años o cosa así, porque yo era juvenil y ya luego me vine para Gran Canaria. Pongamos que yo estuve como desde los catorce a los dieciséis o por ahí; entonces mi hermano se vino para Jandía y yo me vine para Las Palmas, pero se dio un año en el que yo estaba fichado en el San Miguel y en Gran Canaria, porque entonces podías estar fichado en dos sitios a la vez. Los que llegamos a coincidir luchando en el San Miguel fuimos Miguel, Rafael, Manolo, Martín, Antonio y yo.
-¿Cómo pasó de ser luchador de un equipo como el de Tuineje a convertirse en un puntal regional?
-Cuándo me dijeron de venir a lucha a Gran Canaria yo quise venir, porque quería llegar a ser algo en la lucha canaria. El problema que tenía en Fuerteventura, y que lo pensé muchas veces, fue que luchaban mis hermanos: tú no puedes fichar en un equipo en el que después vas a tener que luchar contra tu hermano. Entonces pensé, ¡me marcho fuera y así no tendré estos problemas! Se dio la circunstancia de que don Manuel Pérez Melián me dijo un día que si quería ir a luchar en San Mateo para las fiestas. Y fui. Después ya no me quería marchar. Pensé: si quiero ser algo en la lucha, me tengo que quedar aquí. Y eso fue lo que hice. Manuel Pérez Melián era un hombre mayor, muy aficionado a la lucha, que se dedicaba a poner las potabilizadoras de agua en los hoteles tanto en Gran Canaria como en Fuerteventura. Cogió la matraquilla conmigo y con mi hermano Antonio también Por medio de él y de Manolín Báez me vine a San Mateo. Cuando eso yo estaba, a su vez, fichado también en Fuerteventura; iba y venía. Manolín era en ese entonces el puntal del Tinamar, pero además luchaba en nuestra isla, y es que en esa época se podía hacer estas cosas. A mí me gustó San Mateo y hay que reconocer que aquí me acogieron muy bien desde el primer día, me sentí muy a gusto y, bueno, aquí tengo a mi familia, a mis tres hijos. La verdad es que me acogieron muy bien en su momento.
-¿Qué recuerda de esa primera vez en San Mateo?
-Vine a las fiestas y el primer día la gente vino a verme con la noticia de que había un luchador nuevo… Bueno, lo que sé es que en los tres días que luché el campo se llenó. Y hay que reconocer que la gente me atrajo tanto que decidí quedarme aquí. Y, por supuesto, por la enorme afición a la lucha que había. Recuerdo que una vez fui a Tenerife a ver si me gustaba aquello, pero la verdad que no me gustó y dije ¡pues me quedo allí!
-¿Recuerda los equipos en los que luchó y las fechas en las que militó en sus filas?
-Yo solo luché en el equipo de San Miguel de Tuineje y en el Tinamar de San Mateo. Es verdad que el de San Miguel siempre será al que lleve en el corazón, porque fue allí dónde empecé y dónde se me dio la oportunidad de llegar a dónde llegué, que luego me marché por las circunstancias que ya dije, pensando en si iba a llegar a algo, pues tenía a mi hermano por otro lado y en algún momento nos iba a tocar enfrentarnos. La verdad que me vino muy bien cambiar de isla. Solo luché en esos dos equipos.
-En varias ocasiones logró derribar a los doce componentes del equipo rival. ¿Nos podría contar algo de esas ocasiones, de esas auténticas gestas?
-Cuando eso yo era juvenil. Hay que reconocer que el Guanarteme tenía un equipazo: tenían al pollo de Pájara y ellos ganaban todas las luchas a 6, a 7, a 8,… en la categoría de 2ª. Era todo un equipazo, siempre guardaré ese recuerdo. No era fácil conseguir a mi edad -era juvenil- derribar a tanta gente, y gente buena, sobre todo al pollo de Pájara. A veces eran ellos los que nos pegaban 12-1 o 12-0; había mucha diferencia entre los dos equipos, hay que reconocerlo. Sí, de juvenil logré derribar a los 12 adversarios en unas cuatro o cinco ocasiones, tanto en la liga como en la semifinal o quizás en la final, y es que siempre te los ibas a encontrar a ellos. Ya a estas alturas uno ni se acuerda.