Texto: Janey Castañeyra
Un torrente de evocadoras sensaciones asalta al lector que se adentra en la revista Malpaís (1988-1991). Únicamente la recordarán quienes vivieron aquella época, la del despegue de una Fuerteventura joven en la que florecía la democracia y elevaba su calidad de vida al calor del turismo. Fue una etapa de exploración y transformación, con grandes luces en cuanto a libertades y avances sociales, y con las sombras que proyectó el desarrollo de la Isla, alargándose hasta el día de hoy.
“Desarrollo”. Podría ser esa la palabra clave de aquella Fuerteventura y aparece todavía en boca de la generación que lo vivió. Entonces no tenía el apellido “sostenible” pues, cuando todo es nuevo, se hace difícil predecir consecuencias. Malpaís la reflejaba junto a otros términos como “progreso” y “crecimiento”, “territorio” y “urbanismo” e, inevitablemente también, “especulación” y “corrupción”.
Pero el debate existió y la revista estuvo allí para promoverlo y cuestionar las decisiones que se tomaron. El fundador de Malpaís fue el periodista majorero Juan Pablo Nóbrega, junto a su compañero José Antonio Sierra, también periodista, a quien “tuve la suerte de enganchar y traérmelo de Barcelona cuando monté la revista”, relata el propio Nóbrega. Y también les acompañaron como colaboradores otras dos figuras de la profesión en la Isla: Tero Brito y Sergio Lavandera.
Malpaís fotografió la Fuerteventura de aquellos años, literalmente con las imágenes que captó Sierra, encargado de ese apartado, dando un amplio tratamiento a la imagen, lo que supuso una novedad. Pero también por reflejar la vida social, la época dorada de la lucha canaria, el Corralejo en Segunda B, el carnaval… “Las grandes cosas buenas que estaban surgiendo en Fuerteventura las estábamos contando”. Por supuesto, también la actualidad política, en el tiempo en que se consolidaron las principales formaciones y se perfilaron buena parte de los líderes actuales.
Y como tema de fondo, “para poner sobre la mesa el modelo de isla. Malpaís entró sobre todo en analizar la capacidad de gestión de nuestras instituciones. Y no éramos muy complacientes, porque había bastantes cosas que no se estaban haciendo bien”. Y para eso, asegura Nóbrega, “el factor comercial era decisivo”, porque “conseguimos ser un medio independiente”, gracias a depender casi exclusivamente de anunciantes privados y de los suscriptores de la publicación. Recuerda su fundador la campaña para lanzar la revista, colocando en mitad del pueblo cajas y carteles con el lema “está al caer”. La idea funcionó, captando en torno a un millar de suscripciones desde el inicio y hasta cerca de 2.000 durante su trayectoria, que pagaban 200 pesetas -poco más de 3 euros-, por cada ejemplar.
La revista “causó, evidentemente, un gran impacto”, considera Nóbrega, con los municipios turísticos como “centro de las críticas. A la luz de los hechos, veíamos como el desarrollo turístico en Corralejo, en la zona de las dunas, y en el sur, en Morro Jable o en Costa Calma, traía unas consecuencias graves y había además unos intereses. Y eso era lo que intentábamos contar. En los reportajes explicábamos cómo, de manera deliberada, se estaba especulando con el suelo, con acuerdos que tenían apariencia de legalidad”. Lo defendían en las editoriales, porque “se nos dijo poco menos que estábamos en contra del desarrollo de Fuerteventura”. Pero no era así, solo “representábamos las críticas a una época en que se decía que la Isla estaba por fin despegando económicamente”.
600.000 camas. “La desmedida ambición de los ayuntamientos por construir a toda costa”, relata Nóbrega, “se plasmó en la publicación. En los años ochenta se hablaba de hasta 600.000 camas turísticas en Fuerteventura”, lo que hubiera supuesto un enorme impacto para una isla que tenía una población residente menor a 50.000 personas. Existieron numerosos intentos por aprobar desde el Cabildo un plan insular que pusiera coto a los ayuntamientos, pero el documento no terminó de llegar a tiempo. Lo intentó también el jefe de Costas de Canarias, José Fernández, denunciando la continua irrupción de construcciones a orillas del mar, pero tampoco consiguió evitarlo, dejando tras de sí un premonitorio titular en el undécimo número de la revista: “Dentro de 25 años, las playas de Sotavento irán desapareciendo porque el aporte de arena que llega a través del Istmo de La Pared está interrumpido por las edificaciones turísticas construidas en Costa Calma”.
Otro claro ejemplo de esa realidad tuvo lugar en el norte de la Isla. Por su alargada trayectoria y su personalidad firme y polémica, Domingo González Arroyo, alcalde de La Oliva desde antes de la democracia hasta 2003, fue siempre protagonista. Malpaís lo entrevistó en su sexto número, en noviembre de 1988, donde el alcalde se preguntaba: “¿Por qué no podemos tener 400.000 camas?” -las plazas hoteleras oficiales de Fuerteventura son menos de 100.000 en la actualidad-, e invitaba “a todo el que venga”, pues tenía “suelo preparado para construir, todo el que podamos, y más”.
González Arroyo militaba entonces en el CDS y era enemigo público de la principal formación surgida en Fuerteventura en democracia, Asamblea Majorera, un movimiento participativo, social y de izquierdas, que copó las instituciones de la Isla y del que surgieron la mayor parte de líderes políticos que, con el tiempo, se fueron colocando en otros partidos. De este modo, Asamblea Majorera gobernaba también en Pájara, el segundo polo del desarrollismo a nivel insular. Lo refleja el número 11 de la revista, publicado en diciembre de 1989, abriendo con el titular “Así se destruye un paraíso” y dedicando diez páginas al proceso de urbanización de Jandía. En una de ellas, recoge literalmente que “Miguel Cabrera, dirigente y parlamentario regional de Asamblea Majorera”, “integra también el equipo de arquitectos que ha diseñado los complejos turísticos Puerto Marina y Hotel Bau”, entonces en construcción en Morro Jable, dos complejos en que “participa con un 4% del capital el presidente del Gobierno de Canarias, Lorenzo Olarte”. Unos hechos que hoy supondrían un escándalo de proporciones épicas.
Es solo un ejemplo, porque la publicación reflejaba con nombres y apellidos lo que decían y hacían los representantes públicos majoreros. Aunque también, puntualiza el periodista, “no todos los políticos y alcaldes tenían una vocación, digamos, desarrollista” y muchos recuerdan, por ejemplo, a Gerardo Mesa, presidente del Cabildo, plantado frente a las máquinas para intentar evitar la construcción de las dunas. Tero Brito, también entonces corresponsal del diario regional Canarias7, considera que en Pájara, Asamblea Majorera y el movimiento ecologista “se centraron en proteger el Saladar de Jandía”, que finalmente sí se salvó de las construcciones. Brito, ya retirado, cree que “se hicieron muchos disparates”, aunque “pudo ser mucho peor”.
Inmigrantes. Al mismo tiempo, un fenómeno de amplio calado fue la llegada masiva de gente para trabajar. En la primavera de 1989, la revista salía a la calle titulando “Inmigrantes en las obras. Construir en apartamentos, vivir en barracones”. “Muchos vivían dentro mismo de la obra”, recuerda Tero Brito y aquel fue “un reportaje tremendo” que lo recogió. La mayoría eran gallegos, aunque hubo también portugueses y andaluces”. Después del boom, “la mayoría se marchó y algunos se han quedado”.
Aunque también, por otro lado, había una percepción positiva de lo que estaba ocurriendo, cuando “buena parte de la sociedad majorera veía bien que el desarrollo turístico se llevara a cabo y se atendía menos al detalle del cómo. Lo importante era que hubiese hoteles, trabajo, y el turismo era una bendición que mucha gente no quería cuestionar”, reflexiona Juan Pablo Nóbrega. “Aquellos polvos van trayendo estos lodos”, agrega Brito, lamentando que si bien los hoteles se construían de un día para otro, el resto de infraestructuras necesarias para atender la población tardaron mucho más en llegar. Y todavía, a fecha de hoy, “no hay suficientes colegios ni están los centros de salud en condiciones en Corralejo o en Morro Jable”.
La primera Guerra del Golfo, en 1991, repercutió en la economía mundial y descendieron los ingresos de publicidad lo cual, unido al infructuoso intento de Malpaís de convertirse en publicación semanal, desembocó en el cierre de la revista. Juan Pablo Nóbrega continuó su camino, permaneciendo 23 años en Nueva York como corresponsal de medios españoles y trabajando para editoriales, hasta que regresó de nuevo a Fuerteventura en el año 2020.
Con motivo del vigésimo aniversario de la revista, Nóbrega y José Antonio Sierra plantearon al Cabildo de Fuerteventura un proyecto que no llegó a llevarse a cabo, para recuperar el fondo documental y las imágenes de Malpaís que permitiría volver a sacar a la luz la publicación. Actualmente se encuentra digitalizada y está disponible al completo en el Archivo Digital Jable, en la web /jable.ulpgc.es.