OPINIÓN. «El Lago de los Chismes» por Felipe Morales

El Cabildo Funicular de Fuerteventura celebró el pasado viernes la tradicional cena de Navidad para todo el personal y allegados. Este año el condumio se hizo conjuntamente con los seis ayuntamientos de la Isla, debido a la declaración de emergencia navideña aprobada el mes pasado en la Conferencia de Paz y Amor que tuvo lugar en el Palacio de Formación y Congrios con Queso, ya que a la Isla le falta de casi todo y había que gastar poquito. Además, y coincidiendo con que este año se cumplía el centenario del nacimiento del albañil que encaló las paredes de la Casa-Palacio en mil novecientos cincuenta y pico, se llevaron a cabo una serie de actos conmemorativos previos a la comilona en honor a Juan El Espátula, que es como era conocido el operario, que murió hace unos años al caerse de un andamio.

Dichos actos comenzaron con una visita al Campo de Tiro de Pájara para ver el belén viviente, donde los fusileros del Regimiento de Infantería representaron a las tradicionales figuritas, menos el caganer, por mantener un mínimo de respeto a la institución castrense. Funcionarios, personal laboral, interinos y de convenios -incluidos los enchufados- de todas las entidades gubernativas, se trasladaron al belén de tiro gracias a las 58 guaguas que dispuso la Delegación del Gobierno balear. La consejera de Personal tuvo el detalle de poner un servicio especial para la Unidad de Quemados del Cabildo (funcionarios que llevan más de 30 años haciendo lo mismo en el mismo sitio y que están entre carbonizados y trópicos).

Al regreso a la capital, los 10.000 invitados asistieron al Recinto Ferial para ver el famoso Ballet de Moscú, que puso en escena El Lago de los Chismes. Para avisar de que la obra iba a dar comienzo, los bailarines rusos lanzaron diez salvas de cañón y tres misiles. Uno de ellos se desvió y llegó a Marruecos, que llamó a consultas al cónsul español en Triquivijate, pero la cosa no fue a más, gracias a Dios. Al final de la representación, el público cabildicio gritó al unísono <<¡qué bailen, qué bailen!>> a la presidenta y al vicepresidente del Cabildo, que subieron al escenario y se pusieron a bailar una saltona, porque ellos en danza clásica no estaban prácticos. Al finalizar la saltona, un miembro de la oposición entonó: <<¡qué se beeesen, qué se beeesen!>>, hasta que el consejero de Seguridad y Emergencias le dio un cogotazo para que se callara.

La cena navideña comenzó en la central de Unelco, donde se sirvieron unos entrantes ahumados, recién salidos de las chimeneas. De ahí, fueron a pie hasta la potabilizadora, donde llenaron los vasos con agua del bidón de una vecina del Charco, porque justo en ese momento se había roto otra cañería del CAAF. Unos metros más allá se había instalado una carpa en la que se llevó a cabo un picoteo pascual, aunque no había caafsi nada para chascar, apenas unas croquetas de mejillones ilegales. La presidenta dio un discurso de bienvenida, y el vicepresidente dijo que estaba de acuerdo, con el voto en contra de la oposición. Luego brindaron con vino Torres de alta tensión y unos entremeses de plaquitas solares rebosadas con miel de palma. <<¡¡¡A falta de cañerías buenas son cañas!!!>> -gritó un concejal de Fiestas-, y sacaron unos barriles de cervecita fresca y quintillos.

Entre los entrantes y los salientes, el alcalde de Betancuria, vestido de Papá Noel, entregó a los empleados los regalos que había pagado el Cabildo, consistentes en un kit de supervivencia compuesto por una garrafa de agua de cinco litros (para la emergencia hídrica), una tienda de campaña (para la emergencia habitacional), una caja con seis velas (para la emergencia energética), un abanico con tres velocidades (para la emergencia climática) y una cajita de tranquimacines (para relajarse mientras esperan ocho horas a que les atiendan en Urgencias). Ah, y un dispositivo para fichar desde casa y no tener que llegar estresados al trabajo. Los ayuntamientos ofrecieron a sus trabajadores (incluidos los más gandules) una agenda reciclada de 2018 y una caja fósforos.

Tras la cena comenzó una verbena, amenizada por el grupo Bomba de Impulsión de Agua, que estuvo muy salada, según los asistentes que se quedaron de amanecida.