OPINIÓN. «Juego de Troncos (IV Parte)» por Felipe Morales

Y el pueblo de Isla Seca eligió a su reina -que en realidad era exactamente la misma reina que había elegido la vez anterior-; Loila I, que será coronada nuevamente, pero en este caso con el nombre de Loila II, la cual se pasó toda la guerra rezando día y noche a la Diosa-Ardilla Chaxiraxi para que Blasón de la Costa no tuviera otra vez opciones de destronarla como le hizo la primera vez, provocando que su primer reinado durase menos que una salema en las fiestas del Cotillo.

Ella y Jeisi-Ká Lengua de León, líderes respectivas de la Orden de la Ardilla y la Orden de la Gaviota, lograron junto con sus ejércitos que las suyas fueran las dos órdenes que más votomorfos recibieran por parte de los habitantes de la isla. Todo vaticinaba que serían ellas las dos mujeres que gobernarían Isla Seca los próximos cuatro veranos y cuatro inviernos, asegurando así que fuera imposible que algún líder de las otras órdenes hiciese uso de la Proclama del Destronamiento, y menos aún de anunciarlo el mismo día de la coronación. Loila II confiaba en poder dormir esta vez sin tomar brebajes tranquilizantes y vivir como una ardillita feliz saltando de gavia en gavia…

Pero un giro inesperado, pasmoso e inverosímil de los acontecimientos trastocó el plan previsto. Rumores de traición y ruido de sables amenazaban -¡otra vez!- el reinado de Loila II; varios brotes de canibalismo tribal dentro la Orden de la Gaviota hicieron saltar por los aires aquella augurada alianza: aspirantes a jerarcas locales le cortaron la lengua de león a Jeisi-Ká para que no se uniera a Loila II si esta no les facilitaba reinar en sus feudos, pues la Orden de la Rosa les ofreció una alianza conjunta que les permitiría hacerse con los reinos de Puerto Capitalis, Olivaria y Twineshe e, incluso, dictar una futura Proclama del Destronamiento contra Loila II para arrebatarle el Trono de Piedra.

La reacción por parte de la Orden de la Ardilla fue inmediata, forjando una contra alianza a priori inconcebible con la Orden de la Rosa. Esto provocó que la Orden de la Gaviota, pudiendo tener más que nunca, pasó a tener menos que nada; la Orden de la Ardilla, pudiendo perder algo, se quedó con todo, y Blasón de la Costa, que había destronado a Loila I, ¡sería nombrado Mano de Loila II! Ante semejante naufragio de la Orden de la Gaviota, muchos pedían la cabeza del Generalísimo Fernando de las Enseñanzas, supuesto responsable de esa estrategia, que no le bastaba con ser General y también Caballero Cortesano de las Hespérides, sino que además mercadeó para ser rey de Puerto Capitalis.

El pueblo de Isla Seca, pasmado e incrédulo, esperaba a escuchar el relato oficial de estos hechos…

Estos sucesos casi hicieron olvidar que Serguei del Sur (el rey que el pueblo no eligió) fue destronado por el pueblo. La noche de su fulminante derrota montó en cólera, no solo porque descubrió que no era verdad que Árgueda de Monte Largo tuviera una cabra-dragón que echara fuego por las ubres, sino porque encima ahora tendría que compartir su pupitre con ella ¡en la última fila de la Casa-Palacio! El Poder del Cangrejo, que le había permitido gobernar despóticamente por un tiempo, sin el favor de los súbditos y contra las leyes establecidas en el Libro Dorado de Gobierno, se evaporó como una exhalación pues, como se había dicho, al igual que los cangrejos ciegos de Lancelot, Serguei no era capaz de ver que no caminaba hacia adelante sino hacia atrás, adentrándose en una cueva oscura y sin salida. Pero cegado para verlo, el ahora rey caído se pasó aquella noche entera recitando impotente y entre lágrimas su conjuro mágico al Dios del Crepúsculo: “Man olín traviesussss”. Sin embargo, donde antes parecía haber un dios que todo lo enmendaba, Serguei solo percibía ahora la sombra de un tramoyista ensimismado y triste, jugando solitario en una esquina con sus guiñoles y marionetas. Por otro lado, el que había sido su Mano, Lord John Nicholson, Señor de los Mil Partidos, viendo que ya no le quedaba ninguna orden a la que acogerse, se fue a jugar al subastao, a la espera de una futura nueva oportunidad de servir a algún señor.

Continuará…