Visitar las Dunas de Corralejo, las Playas de Jandía o Cofete ya no es suficiente. Los parajes emblemáticos de Fuerteventura se han quedado pequeños. Son demasiado conocidos, comunes, vulgares… Lo que hoy triunfa en las redes es encontrar un lugar secreto, escondido, exclusivo, donde hacerse la puñetera foto, despertar la admiración -o la envidia- de los amigos, aumentar seguidores o, en el peor de los casos, hacer negocio.
Fuerteventura es, tras Tenerife, la segunda isla canaria en extensión, quizá la primera a marea vacía, pero tiene casi ocho veces menos población y menos de la mitad de plazas turísticas. Esto ha permitido a la isla majorera escapar de la masificación que experimentan las islas capitalinas y a sus habitantes disfrutar de sus costas y parajes naturales con relativa tranquilidad. O al menos, hasta hace poco.
Porque, con la llegada del siglo XXI, no han parado de crecer las plataformas que señalan a los turistas nuevos lugares que visitar. Primero, con los mapas gratuitos que empezaron a localizar hasta las playas y spots surferos más recónditos. Luego, con Internet y las redes sociales, llegó la locura: los mapas quedaron obsoletos, y comenzó este fenómeno que ya parece imparable.
Antes de escribir, me propuse no nombrar localizaciones, precisamente para no agrandar la bola. Pero, al investigar un poco, entendí que no tiene sentido. Los lectores de El Enfoque son residentes en la Isla, conocen la problemática. Pero en redes sociales como Instagram o Pinterest son los propios visitantes quienes sitúan las localizaciones en el mapa digital, registrando miles de visitas, subiendo miles de fotos… Así, las redes nos muestran maravillosas imágenes del Barranco Encantado, un lugar declarado Bien de Interés Cultural donde compruebas con dolor, una vez allí, como cientos de inconscientes, o mejor dicho, cientos de gilipollas, han destrozado este yacimiento paleontológico de 50.000 años de antigüedad, haciendo grabados con sus nombres y fechas en las dunas fosilizadas.
Una tal Anita, joven húngara, instagramer y traveller, tiene un blog para “viajar de manera responsable”. Solo tiene cuatro entradas, pero aparece en las primeras búsquedas con sus 25 localizaciones más interesantes de Fuerteventura, todas ellas con su correspondiente punto en el mapa. Sí, recomienda no llevarse las “palomitas” de la tristemente famosa y mal llamada Pop Corn Beach. Pero la playa ya está pelada de rodolitos. También indica cómo llegar a la Crocodile Rock, que fue recientemente noticia por el peligro que corría esta formación de arena fosilizada y los inconscientes que se subían a ella. Hasta allí lleva también turistas una empresa de excursiones a hacerse la foto, para luego seguir hasta el Arco de las Peñitas y otra más.
En el lado contrario, el autor de un perfil de referencia en difundir espectaculares imágenes de la isla, Fuertevidorra, indica ser consciente de que la “gente cuando ve algo bonito, quiere ir. Por eso nunca damos ubicaciones, porque sabemos que son lugares frágiles”. Pero Anita sola no es el problema, cuando hacen lo mismo incontables blogs de viajes, noticias, perfiles de redes, incluidas grandes empresas turísticas como Barceló, que en su blog invita a sus lectores a visitar los charcos naturales de Aguas Verdes (Playa del Valle, quieren decir): “si lo que buscas es disfrutar de los charcos sin gente alrededor, te recomendamos que no te detengas en el primero que veas (…) Avanza entre las rocas o sube la colina para encontrar el lugar perfecto”, reza su blog.
Algunos dirán bueno, ¿y qué más da? Los turistas también tienen derecho. Y lo tendrán, pero hay cuestiones que considerar. La primera es la seguridad. Fuerteventura cuenta con una costa oeste prácticamente intacta. Pero esa naturaleza salvaje es en sí misma un peligro, al no contar con accesos habilitados, puestos de vigilancia y, en muchos casos, ni siquiera con cobertura móvil. Si la mar del norte se lleva cada año, desgraciadamente, a pescadores experimentados, los turistas que visitan estos lugares se juegan literalmente la vida y son, según la plataforma ‘Canarias, 1.500 Km. de Costa’, la gran mayoría de los fallecidos cada año en aguas de Canarias. Podrán ser unos toletes, pero no merecen morir por hacerse una foto.
El segundo aspecto es la degradación del territorio. Una entidad como la Fundación Telesforo Bravo lleva años trabajando para advertir y concienciar sobre el daño que hacen al medioambiente malas prácticas como levantar montículos de piedra, hacer grabados en el medio, abrir nuevas pistas, etc. Incluso el Cabildo de Fuerteventura, desde la Consejería de Medio Ambiente, ha iniciado recientemente una campaña de sensibilización al respecto. Seguramente, estará teniendo su efecto, aunque parece no ser suficiente, no sabría decir si por no llegar a todos los residentes o por no contar con acciones específicas dirigidas al turismo. Basta para comprobarlo una visita a cualquier punto del litoral majorero, donde encontraremos, sin excepción, desperdicios que dejaron quienes pasaron antes por allí y que nos toca recoger a quienes sí nos preocupa tener la Isla limpia.
Lo peor de todo es que no tengo idea clara de cómo afrontar el asunto. Seguramente ayudarían medidas como aumentar la vigilancia, poner multas, mejorar la señalización, reforzar las campañas de información y sensibilización… Pero, me pregunto, ¿serían suficientes? Porque no es posible poner un socorrista en cada risco, ni llenar todo de carteles en una isla con miles de kilómetros de pistas de tierra. El mismísimo Google, en base al registro de búsquedas, te recomienda algunos de los lugares mencionados para visitar. Y aquí no hay nadie detrás, es un algoritmo… Así que mientras se nos enciende la bombilla, o las autoridades se deciden a coger el toro por los cuernos, no nos queda otra que intentar disfrutar de Fuerteventura, protegerla, cuidarla al menos, durante el tiempo que le quede, tal y como la conocemos.