OPINIÓN. «Un día normal en mi vida», por Felipe Morales

La Conserjería de Escultura del Cabildo de Fuerteventura, en colaboración con los seis coyuntamientos de la isla, convocó el mes pasado el primer concurso escolar “Un día normal en mi vida”. La redacción ganadora fue la de María Yaiza de los Dolores, de 10 años, titulada “Peor están en Afganistán” y que reproducimos de manera integral, como el pan Bimbo o el arroz Rocío:

“Hoy es jueves. Mi mamá me despierta con un grito a las 06:45 de la mañana. Estoy muerta de sueño porque hace tres años que en el piso de al lado vive una pareja de okupas que escucha reguetón hasta las tres de la madrugada. Mi papá está en Tahiche porque le partió la cara al marido de la okupa cuando lo vio vendiendo un paquete de azúcar blanquilla al hijo de mi vecino, que tenía 16 años. Mi mami dice que Tahiche es un lugar de Lanzarote que se llama así porque allí hay un centro para aprender taichí, y que papi está en ese sitio haciendo un máster que dura dos años tres meses y un día, pero yo sé que en Tahiche lo que hay es una cárcel donde está mi padre. Y también sé que lo que vendía el okupa no era azúcar sino cocaína. Hoy tampoco me puedo duchar porque llevamos cuatro días con cortes de agua en la Isla, y esta mañana empieza el quinto. Mi hermana mayor ya huele a queso y mi mamá me lava la cara y los sobacos con una garrafa de Aguas de Teror. Dice que los del Caaf son unos caafres y que no va a la potabilizadora a romperles la cara a todos porque ella no está interesada en el taichí. Después desayuno leche con galletas María del Hiperdino porque mi hermana mayor dice que ahora somos pobres coyunturalmente; con mi padre en la cárcel y mi madre en el paro desde que cerró el restaurante donde trabajaba de camarera por culpa de la pandemia, y que ahora lo tiene jodido (perdón, complicado), con 54 años cumplidos. Voy andando sola al cole. Antes iba con los hijos de mis vecinos, pero ahora en sus casas solo viven turistas que cambian todas las semanas y ninguno trae niños que vayan al cole. Cuando salgo de clase vuelvo a casa y arriesgo mi vida sorteando los socavones de las calles, los coches que aparcan en los pasos de peatones y las cacas frescas de perros en las aceras. Cuando entro a casa, mi mami me dice que coma sola porque ella tiene que ir andando hasta el hospital porque no encuentra un puto taxi (mami dixit) y que si no llega a tiempo para la eco no le vuelven a dar cita hasta dentro de tres meses. Como vivimos en El Charco, veo la nube tóxica de Unelco rondando por la ventana del comedor y su olor se mezcla con el sabor del arroz amarillo y hace que me sepa a suela de zapato. Yo me quiero cambiar de casa, pero todo el mundo dice que no quedan casas de alquiler y por las que hay te sacan un ojo de la cara, y yo no quiero que mi mami además de pobre, vieja y medio viuda también sea tuerta. Por la tarde hago los deberes y luego voy al parque a jugar con mi hermana mayor, pero nos aburrimos porque en el parque solo hay una flor gigante de plástico y un columpio. Así que nos vamos y nos ponemos a escalar una de las treinta torretas nuevas que han instalado de aquí a Puerto Lajas. Llego agotada a casa. Aún no ha vuelto el agua y me acuesto empapada en sudor mezclado con calima. Este es más o menos un día normal en mi vida. Mi mami me consuela con un beso en la frente y diciéndome que peor están en Afganistán”.

Las autoridades escucharon emocionadas a María Yaiza y le entregaron como premio una placa solar con su nombre, una caja de rotuladores Carioca y seis garrafas de agua Solán de Cabras. Cuando le pidieron que dijera unas palabras, María Yaiza dijo: “Mi mami dice que está de ustedes hasta el coño”.