OPINIÓN. «Olimpismo político majorero. Realidad y ficción» por Alejo Soler

“La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces”. Winston Churchill, primer ministro de Reino Unido entre 1940 y 1945. Una vez más, y antes de que “la antorcha del olimpismo político majorero” abra con su llama las próximas elecciones, los distintos partidos que conforman el espectro político nacional e insular de la isla, a un año vista de las elecciones regionales, insulares y locales, comienzan a realizar las pruebas pertinentes de clasificación. Prueba de ello es que ya se respira el aire tensionado de los denominados partidos de “siempre”, que en el uso y costumbre de claro porte tradicional, afilan el lápiz en la complicada configuración de las próximas listas de mujeres y hombres que han de acompañar a los “cabezas” de lista, los cuales, lejos de ser cuestionados aparentemente en el seno de los partidos, son designados de facto a través de una trabajada corriente de opinión de entre los miembros de los órganos estructurales que conforman la organización a la que se deben con una aparente fe ciega. Todos han sido sometidos a estrictos controles “democráticos” de funcionamiento orgánico interno y, como líderes, eligen el equipo que consideran les llevará a auparlo en la consolidación de su posición dentro del partido y al “trono de hierro” de las instituciones.

La carrera es larga y, como tal, exige resistencia y fuerza ante el fuego amigo y sonrisas forzadas ante el enemigo. Y como en toda batalla preelectoral, se puede intuir como en las sedes políticas, los debates y discursos con los afiliados y simpatizantes, estarán probablemente colmados de puro furor y clarividencia, con el objetivo de que las inyecciones de la fórmula posesiva de transformación logre convertir a los adeptos en verdaderos guerreros de la formación política a la que profesan “lealtad” sin fisuras, así como permitir a asistentes y allegados salir a la calle con unas ideas capaces de convencer a los descreídos, despistados e indignados de épocas anteriores.

Pero no menos difícil lo tienen igualmente los partidos de creación reciente o nueva creación, los cuales deben hacer auténticos equilibrios de poder entre los efectivos que poseen, en un intento de alcanzar números suficientes que les permita llegar al “reino de los cielos”. Algunos de sus líderes ya han lidiado duro en foros de alto voltaje dialéctico en épocas en las que parece no poder alcanzar a recordar la masa blanda de algunas memorias y en las que siguen asustando a algunos escribanos de antes y de ahora que no entienden como se puede lidiar con tantos mimbres. Aquí, la historia, como parte de la memoria colectiva, se vuelve de manera instantánea en selectiva, trasladándonos con pura y buena intención el relato más benigno de cada uno de ellos, hasta convencernos de que no siempre tiempos pasados fueron mejores y que lo bueno está por venir.

El tiempo no siempre es aliado de todos y, conscientes de ello, muchos partidos comienzan a colocar sus piezas de forma estratégica para ganar la dura y larga partida política que les espera. Y para ello, en el tablero de juego, con el objeto de proteger a los líderes, no puede faltar la colocación de las distintas facciones familiares, militantes, simpatizantes y los denominados “mirlos blancos”, tan imprescindibles siempre por su trascendencia e influencia pública en diferentes ámbitos, o por como se suele decir en el argot político, porque “seguro que arrastran gente”. Junto a toda esta combinación de factores harto complicada, hay que pensar en qué liga quiere jugar cada uno y para ello se hace imprescindible medir la presente o futura política de pactos, no vaya a ser que queden en el camino o saco roto las lícitas aspiraciones de cada uno.

En este intento “simbiótico”, pues nada es inmutable en política, cada partido político, tiene que radiografiar a sus relativos oponentes, teniendo en cuenta primero a los afines a su ideología, aunque los separe un abismo de intenciones; a los medio afines, es decir, a aquellos que se pueden integrar por la elasticidad estomacal; y los que no se deben incorporar de momento, porque hay que seguir trasladando a la opinión pública que votar a ellos no es lo mismo que votar a los aparentes enemigos naturales. Pero como apunté un poco más arriba, en política nada es imposible y la venta de los fichajes o movimientos realizados siempre tienen un “por qué” que supera al imaginario colectivo. Habrá que esperar lo que nos deparará los acontecimientos, pero mucho me temo, teniendo en cuenta la aparente complejidad política en la que se encuentra inmersa Fuerteventura, que nos encontramos en un verdadero momento de inflexión en el que nunca tuvo tanta razón aquel que dijo “salvase quien pueda”.

Haciendo alusión a las palabras de Groucho Marx, actor y cómico y me atrevería decir también filósofo de la vida: La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.